Final feliz. Esequiel Godoy posa para la cámara de DIARIO DE CUYO. El joven enfermero trabaja los fines de semana en El Pinar, mientras que entre semana lo hace en la Clínica Los Olivos. Vive con su familia en La Bebida, Rivadavia.

 

El intenso golpeteo en la puerta de la salita anticipaba que afuera algo exigía premura. Y no era para menos, porque ese algo era nada más y nada menos que una bebita puntana de 8 meses atragantada y a nada de una muerte segura.

El que atendió apresurado fue Esequiel Godoy, un joven enfermero de 24 años, graduado hace apenas 7 meses, casi sin experiencia y que además este domingo estaba cumpliendo su primer día de trabajo en ese lugar, el camping municipal El Pinar, en Rivadavia. Pero contra todos los pronósticos, se cargó el problema al hombro y fue uno de los bastiones de un final feliz.

"Se ahoga, se ahoga", le gritaban desde la puerta. "Pensé que era alguien que se había caído al agua y salí disparando", cuenta Esequiel. Pero para su sorpresa la protagonista del inconveniente era una criatura que, en un descuido, cuando estaba recostada a orillas de la pileta, se había metido a la boca una pequeña "pelotita" de un plátano que había caído cerca de ella y que la tenía atascada en la garganta, impidiéndole respirar.

Cuando el enfermero llegó, ya la estaban socorriendo cinco guardavidas que hacían todo lo posible para intentar extraérsela. La bebita estaba pálida. No hablaba, no gritaba, no hacía nada. A su lado estaba la abuela, llorando y completamente shockeada, al igual que el resto de la familia. Mientras, alrededor el tumulto de curiosos crecía, y al mismo tiempo también la presión sobre los encargados del operativo rescate.

Los guardavidas Roberto Rodríguez, José María Nart, Pilar López, Nicolás Escales y Leandro Reinoso fueron parte del equipo que salvó a la criatura.

 

Los segundos valían oro, pero no había caso. No había forma de sacársela, ni metiéndole los dedos, ni poniéndola boca abajo, ni nada.

Pero afortunadamente, en medio de la desesperación apareció la cabeza fría de Esequiel. Al joven se le ocurrió probar lo contrario: empujarla. "Era muy difícil extraerla y era seguro que iba a entrar en paro, de a poco se nos estaba yendo, entonces yo empujándosela y con la ayuda de los guardavidas que le hacían masajes cardiovasculares logramos que la tragara", recuerda mientras la voz le tiembla y luego confiesa que esa noche se fue a la cama sin cenar y que le costó dormir. "He tiritado toda la noche, pasé muchos nervios", admite.

Una vez que la criatura logró tragarla, empezó a respirar y largó en llanto. Ese fue un momento sagrado para todos los presentes, y todavía más para Esequiel. "Sentí un alivio impresionante", resalta.

De inmediato a la pequeña la subieron a una movilidad municipal y la llevaron hasta el Hospital Marcial Quiroga, donde los médicos la revisaron y constataron que su salud estaba en perfectas condiciones. Sólo restaba que digiriera la "pelotita" y largara los restos al defecar.

"Lo tomo como una prueba de fuego, como una bienvenida a lo que es la profesión", destaca el joven enfermero.

Los héroes no siempre llevan capa, este vestía con un ambo.