“No pedimos que nos den las cosas, porque podemos pagarlas con trabajo. Yo teniendo cómo hacer mis cosas de repostería y mi marido las herramientas, salimos adelante”. Romina Mereles (36) se mostraba optimista ayer en medio de los escombros a los que un incendio dejó reducidos gran parte de su precaria casa y, para peor, las herramientas de su marido que es plomero y albañil, y sus máquinas y utensilios para hacer tortas.
Justamente este último trabajo los había sacado de su rancho en la Villa Pedro Echagüe, en Santa Lucía. Sobre las 20 del viernes él salió a entregar una torta y ella con uno de sus cuatro hijos pequeños (los otros quedaron con su madre) estaba en el centro capitalino buscando más mercadería para cumplir con otros pedidos. En eso los llamaron para decirles que se quemaba todo. “Un vecino vio que salía fuego de los cables y parece que fue un cortocircuito. Menos mal que había agua en la pileta (de lona), gracias a los vecinos y los Bomberos el dormitorio no se quemó”, dijo. Igual, perdieron una cocina, una heladera, el lavarropas, un horno pastelero, un microondas, una batidora industrial, un TV, un DVD, ropa, zapatillas, muebles, mercadería, entre otras cosas.