Con su esposa, habían tomado la dura decisión de que ella y sus dos hijos volvieran a Jáchal en diciembre pasado, por seguridad, por el peligro de vivir en el barrio La Cerámica, en la zona norte de Rosario, en Santa Fe, donde los robos son cosa de todos los días. Paralelamente, él gestionaría su traslado a San Juan u otra provincia más cercana, para estar más cerca los suyos, incluso su padre de 76 años, afectado por una neuralgia. Pareció un presagio de lo que ocurriría cuatro meses después, cuando el cabo de Gendarmería oriundo de Villa Mercedes, Fabrizio Cortez, se vio obligado a desenfundar su arma y matar a uno de los tres delincuentes que robaban cables en la puerta de su casa. Su hermano José, recordó que eran más o menos las 20.30 de aquel 5 de abril pasado, cuando Fabricio subió a su departamento en un primer piso en Medrano y Baigorria con el pescado para Semana Santa y tuvo que bajar porque olvidó comprar aceite. En eso escuchó ruidos y, convencido de que podían estar por robar en su auto, llamó a la policía y abrió. Afuera se topó con tres sujetos que se descolgaron de un árbol (subieron para robar cables) y lo rodearon pero él salió hacia la calle.
Allí escucharía el ruido típico de las armas cuando se cargan y una arenga en seguidilla: ‘¡quemalo, quemalo!’. El desenlace de aquella situación cambiaría la vida de Fabricio, porque a pesar de identificarse, uno de los sujetos se le fue encima y él tuvo que disparar. Luego lo persiguió varios metros hasta que cayó, porque no sabía que le había dado. Cuando el sujeto se desplomó, le puso las manos para atrás para controlarlo, volvió a llamar a la Policía y a una ambulancia. Pero todo esfuerzo fue en vano: Marcelo Alejandro ‘Pericle’ Flores quedó sentenciado. Según diarios santafesinos y su propia familia, ese sujeto de 31 años, padre de una nena de 9 años, era adicto, no tenía domicilio estable y robaba cables para comprar estupefacientes. Tenía un abultado prontuario y corrió la misma suerte que otros tres hermanos, asesinados en ajustes de cuentas.
Aquel día, parecía imponerse la libertad de Cortez y que el hecho fuese considerado como un homicidio en legítimo cumplimiento de su deber, pero la fiscal Gisella Paolicelli entendió que Flores fue ejecutado de un disparo en el lugar donde cayó muerto. Y siguió sosteniendo lo mismo cuando aparecieron dos videos que demostraron lo que Cortez decía, que el disparo había ocurrido frente a su casa, que el sujeto cayó varios metros más allá y que la vaina hallada junto al cadáver había caído ahí porque se había trabado en su arma. Ni el cuerpo ni la ropa de Flores tenían signos de ahumamiento, lo que indicó que el disparo no fue a quemarropa.
Un presunto homicidio simple, agravado por el uso de un arma de fuego y por ser funcionario público, es la figura que desde entonces tiene a Cortez tras las rejas en Rosario. ‘Mi hermano está detenido por ser gendarme, porque allá en Rosario se tiene la impresión de que actúan al margen de la ley, pero hay videos, testigos y otras pruebas de que solo cumplió su deber y se defendió, porque esa gente estaba armada, hallaron un cuchillo en el lugar’, dijo José Cortez. Hoy, los Cortez, sus familiares, amigos y vecinos se reunieron en Villa Mercedes, para pedir la libertad de Fabricio. Ninguno cree que hubiera querido matar a una persona, sin ningún motivo.