Se fue como llegó, sorprendiendo. Como lo hacía cada vez que encaraba el área con el trote elegante y la gambeta fina que lo caracterizaron. Alejandro Nelson, es el nombre que por nueve meses pensaron Adolfo Ortíz y Susana Acosta, sus padres que lo recibieron en la calidez de su hogar el 15 de octubre de 1972. Beto es el apodo que lo identificó desde pequeño. Irrumpió en el fútbol a mediados de 1987, cuando aún tenía 14 años y Gualberto Muggione lo hizo debutar en la Primera División de Atlético de la Juventud Alianza.

Desde entonces, El Beto, pasó a ser el hermanito menor de un grupo de jugadores lechuzos que llegó al umbral del Nacional B en 1989. El talento innato, forjado en las canchitas del barrio Capitán Lazo y sus barrios aledaños, ese que deslumbró a Ernesto Picot y lo hizo recalar en la entidad de Santa Lucía, fue su marca registrada.

Siendo todavía adolescente, Oscar Meritello (fallecido ex presidente de Alianza) lo llevó al Atlético Madrileño, filial del Atlético Madrid, donde, Beto jugó tres temporadas. Tuvo una fugaz incursión en la Liga Mayor. Una huelga del plantel profesional "colchonero", motivó que subieran a seis pibes de la filial para jugar nada mas, y nada menos, que con el Barcelona. "Perdimos 6-0, yo me la pasé mirando a Michael Laudrup, ¡que jugador!", diría después el joven que retorno a su país para sumarse a un proyecto de Meritello que representó a un grupo de futbolístas locales que sumaron su granito de arena para que San Martín ascendiera -por segunda vez- al Nacional B, en 1995.

Con 28 goles en 108 partidos, es el tercer goleador histórico de San Martín en su periplo por la Segunda división del fútbol argentino. En el club verdinegro jugó en tres períodos. También vistió las casacas de San Martín e Independiente Rivadavia de Mendoza. Jugó dos temporadas en Talleres de Córdoba y otra en Cipolletti de Río Negro. En España, donde también jugó en tres períodos, aparte del Madrileño jugó en el Aguilas y el Fañabe de Tenerife, clubes de Segunda y Tercera división de la ciudad que eligió para afincarse. Allí en las arenas blancas de esas islas encontró su otro lugar en el mundo. Actualmente alternaba sus actividades como representante de futbolistas con las de coordinador del Club Atlético Chenett, filial del Atlético Madrid en Tenerife.

El Beto fue quien trajo a Damián Canuto y Rubén Zamponi, dos de los primeros refuerzos del San Martín, actual puntero de la B Nacional. El Beto es quien estaba lleno de sueños y transmitía sus ganas de vivir a quienes lo rodeaban. Quería ser el nexo entre los pibes sanjuaninos y España. Soñaba con "sacar" algún jugador que pudiera repetir sus pasos.

Fue siempre un pibe grande que jugaba al fútbol como vivía, con alegría. Hace 23 años la sorpresa que causó su aparición fue grata. Una bocanada de calidad al fútbol nuestro. Hoy la sorpresa que causó su trágica muerte es una puñalada trapera al corazón de todos quienes lo vimos jugar y disfrutamos de su jerarquía.