Íntimos. Daniel Caputo y Claudia Flores por primera vez abrieron las puertas de su casa a la prensa. En la foto se encuentran junto a esa especie de santuario que armaron con imágenes de Melina. Ambos admitieron que siguen como pueden y desacreditaron una frase hecha: que el tiempo lo cura todo.

 

Claudia Flores (49) parece estar parada sólo por arte de la inercia. Hay un cuerpo pero no está ella. Su cabeza está en otro lado, casi todo el tiempo. Por momentos aparece, se permite reír o disfrutar de algo. Pero dura lo que un hielo en el desierto. Porque otra vez se acuerda. Melina no está. O sí, siente ella, aunque no físicamente. Y eso la parte en pedacitos. Tan pequeños que le cuesta horrores levantarse.

Dicen que no hay dolor más grande que perder a un hijo y al que tenga dudas le alcanzará con ponerse dos segundos en los zapatos de ella. Se dará cuenta que no hay refugio que alcance, pastilla que calme, oración que sane. "Por más que me traigan ya al Papa, me dará lo mismo", explica con palabras estiradas y la voz pausada, como dormida. Se expresa así porque está medicada. Toma antidepresivos, tranquilizantes y no puede descansar si no es con píldoras. Ahora tiene en sus manos un cigarrillo apagado que cada tanto lo pasea entre los dedos. Es la primera vez que está cara a cara con un periodista, antes solamente había hecho declaraciones por teléfono. A su lado está Daniel Caputo (54), su esposo, que conversa menos pero con la misma sensación de vacío. Él toma miorelajantes. Hoy se cumplen dos años de la muerte de su hija y ambos están muertos en vida, tratando de sobrevivir con señales del más allá que, convencidos, dicen que les manda su ángel.

La vida de la sanjuanina Melina Caputo fue arrebatada el 16 de agosto de 2019 en el exclusivo Hotel Be Live Collection Canoa de Bayahíbe, un paraíso en la costa del Caribe de República Dominicana, donde vacacionaba con su abuela paterna, cuatro primos y dos hermanos. Recibió una descarga eléctrica cuando subía las escaleras de un muelle y fue fulminante (ver infografía). Tenía 17 años, cursaba sexto año en la Escuela Modelo y le quedaba nada para recibir el título de profesora de danzas españolas. Era su año. Eso pintaba, porque después de Dominicana se iba de crucero con amigas y cerrando el calendario tenía su fiesta de egresados, que la tenía desvelada. También la tenía muy ocupada la elección de su carrera: proyectaba irse a Córdoba a estudiar Medicina pero no estaba muy convencida.

"Estás preciosa mi amor, andá, divertite". La frase no se borrará jamás de la memoria de Claudia porque fue lo último que le dijo a su hija. Era la respuesta a una foto de su "outfit", como le gustaba decir a Melina. Horas después miraba televisión con Daniel cuando entró la perversa llamada al celular de su esposo. Era un hermano que le pedía que fuera por su casa. Pensó que era por negocios, pero estaba equivocado: era el comienzo de la agonía. "Ha pasado una tragedia", le deslizaron. A Daniel se le vino a la cabeza su madre. Luego, el baldazo.

A más de 5.500 kilómetros, Claudia estaba desahuciada. Le colocaron un sedante mientras su hija más chica, Camila (hoy de 13 años), se resignaba a creerlo y llamaba al celular de su hermana. Allá, Leandro (23) y Tiziano (17) no podían salir del shock, al igual que sus primos y su abuela.

 

LAS SEÑALES

"Mamá, mamá, Melina está acá, decile algo", expresaron los chicos, del otro lado del teléfono. Estaban alterados. "No hijos, tranquilos", los calmó ella. Pero insistieron, aún más exaltados: "Mamá, está acá, decile algo, hay unas luces". Esa misma noche, a horas de la desgracia, fue la primera "señal". Destruidos, los hermanos habían googleado una oración "para las almas que parten" y mientras rezaban, cuentan, se les aparecieron esas lucecitas parecidas a las estrellitas que encienden los niños en Navidad. "Hija, te amamos, no nos sueltes nunca", expresó la madre en la videollamada. Las luces hicieron un redondel en la habitación y se hundieron al oír su voz. Algo similar ocurrió tiempo después, cuando unas veinte personas que rezaban el Rosario en la casa de los Caputo quedaron atónitas al observar que esos mismos chispazos subían por la escalera.

"Tengo mis recelos con Dios, mis resentimientos. Antes no era igual. Siento que Dios me abandonó".
CLAUDIA FLORES

Madre de Melina

Claudia está convencida de que "después de la vida hay vida". Es la que más cree en las señales de Melina, como otra que, dice, le envió hace unos 6 meses. "Al cementerio voy todos los días o día por medio. Me encanta mantenerla con flores frescas. Charlo con ella, rezo, me quedo callada, lloro mucho. Huelo el cajón de mi hija, lo abrazo. Mucha gente me ha dicho que la suelte pero yo a mi hija no la suelto una m… . En una de las charlas le pedí por favor que el Espíritu Santo me tocara para poder creer un poco más en Dios después de la desgracia que me había pasado", cuenta. Ese mismo día le tomó una foto a un árbol del fondo de su casa y en la parte inferior, bajo las hojas amarillas, quedó plasmada la cara de Melina en un haz de luz.

 

Creer o reventar. La familia dice ver el rostro de Melina formado por la luz.

Pero lo más sorprendente para la mujer fueron las visiones de la italiana Mirella Pizzioli. Llegó a ella por intermedio de un conocido sacerdote y ahora son como amigas. En el primer contacto, apenas unos días después de la muerte, la vidente "dijo que había visto a Melina todavía en Bayahíbe, con una túnica blanca, estaba preciosa. Había muchos niños y ella les daba caramelos. Tenía un bebé en brazos que le había puesto Claudio". Claudia acota que ella perdió un embarazo antes del nacimiento de Melina. "Se está tocando algo, en el cuello, pero no sé qué es. Se está tocando una cadena, es como que le falta algo", agregó esa vez Mirella.

Víctima. Melina Caputo tenía un 2019 cargado de viajes y otros planes, pero su vida se arruinó al electrocutarse en un complejo cinco estrellas del Caribe. La foto es una de las que se tomó en ese viaje.

 

Juntas. Claudia junto al ataúd de su hija. Va al cementerio casi todos los días.

EL DOLOR

La casa de los Caputo está en Rivadavia. Es muy coqueta. En la planta baja, sobre una mesa bajita, improvisaron una especie de santuario. En casi todas las paredes hay fotos de Melina. Sus pertenencias más íntimas están en la pieza de sus padres. "Ella es una más. Está en otro plano pero sigue siendo Melina", explica la madre, que todavía no se anima a cocinar pastel de papa porque era el plato preferido de ella. Tampoco le apetece mucho salir. "Me levanto todos los días con la idea de que Melina no está. No me interesa nada, estoy apagada. Me gusta dormir mucho porque así se te va el dolor. Siento que será así toda mi vida", admite. Pese a tremenda confesión se muestra dura, contenida. Pero no tarda en quebrarse. "El primer año me cayó todo tan de sopetón que salía, me reía. Sentía como que ella iba a volver. Yo a Melina la esperaba. Ahora me está cayendo la ficha de que no va a regresar. Tengo su teléfono, lo cargo todos los días y miro el día a día que tenía ella. Es espantoso…", alcanza a decir. Luego se seca las lágrimas, destraba con un trago de agua el nudo en la garganta y pasa a contar la realidad de sus hijos. Los ataques de pánico le impidieron a Leandro, el mayor, seguir estudiando Abogacía en Córdoba. Se vino y asiste a un psiquiatra por su depresión. La más chica, Camila, también recibe contención profesional. Por momentos sufre episodios de falta de aire para los que le recetaron unas gotitas de Clonagin. Ella cada tanto asegura sentir olores en la casa que los emparenta con Melina. Fue quien abrazó a su madre cuando, fulminada, se animó a abrir la valija que había llegado sin su dueña. Tiziano también padece el día a día. Mientras que Daniel busca ocupar la cabeza en el trabajo (tiene fincas). "Todos estamos con ataques de llantos. A medida que pasa el tiempo es peor, más la sentís. El tiempo no cura, parte de mi cuerpo se fue con ella", expresa Claudia. "Lo trato de llevar de otra forma. Yo por el momento lo puedo manejar con psicólogos. Me distraigo un poco en la casa, en el trabajo, y llego un poco más cansado en la noche", interrumpe su esposo. Los cinco planeaban viajar a Dominicana a hacer una despedida simbólica, pero ahora lo dudan porque sienten que les puede hacer mal repasar los últimos momentos de su ángel.

En familia. Los Caputo, tiempo antes de venirse abajo.

Enemiga de las peleas, amante de la diversidad de género, empática, de muchas amigas. Melina se extraña más que nunca, dice su madre. En horas irá a visitarla y volverá a abrazar el cajón donde su hija descansa. En el cuello tiene su cadenita, lo que le falta es el dije de la bailaora que le había regalado una amiga.

 

  • La causa avanza pero a paso de tortuga

La familia de Melina está convencida de que la tragedia era evitable. El abogado Mauricio Flores (es hermano de Claudia) dijo que la descarga fue provocada por un cable que habían pasado por debajo del muelle para iluminar el deck de madera. De acuerdo al informe de los peritos de parte, el cable estaba solo aislado con una cinta que no soporta agua y menos agua salada. La conclusión indica que al subir el oleaje se mojó y emitió una corriente eléctrica. Indignante fue también que luego de la tragedia el muelle siguió funcionando como si nada hubiera pasado y lo único que se valló fue la escalera. A eso se sumó que el Grupo Globalia -dueña del complejo hotelero- emitió un comunicado en el que afirmaba que la muerte de Melina había sido por una "falla cardiorrespiratoria". Pero la necropsia realizada por el Instituto Nacional de Patología de República Dominicana determinó que en realidad fue por "electrocución".

Lo concreto es que la familia actualmente tramita por el fuero civil una demanda por daños y perjuicios. El proceso penal se cerró porque no había un autor puntual al que podían culpabilizar, explicó Mauricio. La demanda civil es por unos 1,2 millones de dólares y se inició hace aproximadamente un año. Ahora sigue su curso la etapa de investigación, donde las partes ofrecen pruebas y testigos (algunos ya declararon por videollamada). "La conducta de ellos (por el hotel) ha sido omisa, no contestaron, no ofrecieron pruebas. Ahora solicitaron un nuevo emplazamiento. Solamente se encargan de dilatar el proceso", arremetió el abogado. Es por eso que el avance es a paso de tortuga. "Se han portado para la mona. A nadie del hotel le dolió, no son personas. Nos duele la injusticia. ¿Por qué ni siquiera nos dieron las condolencias?", se quejó Claudia. "Si ellos hubiesen hecho las cosas bien nada hubiese pasado", completó Daniel.