Sintió una alegría muy grande Francisco Gómez (83 años, ‘Pelado’ para sus íntimos y conocidos) cuando, cinco meses después de ser sacado a la fuerza, volvió a pisar el piso de esa humilde casa de adobes, cañas y palos en la que había pasado 43 años de su vida. Pero ninguna emoción se igualó a un hecho que lo sacudió en sus fibras más íntimas y lo hizo llorar como un niño: el reencuentro con su perro y, especialmente, el regreso de su gata, el animal que acostumbraba a seguirlo a todas partes y a ponerle una mano en el pecho por las noches, cuando dormían.
Francisco denunció que lo habían expulsado con violencia el 17 de septiembre pasado, porque su excuñada dice que él no tiene nada que hacer en ese terreno (20 metros de frente por 125 de largo) que era de sus padres. Aquel sábado se fue a lo de una sobrina con lo puesto, sin sus medicinas para la presión sanguínea, ni las gotas para sus oídos y sus ojos, ni su vestimenta, ni su dentadura postiza y sin algunos pesos de su jubilación como obrero rural. Sus pocas cosas fueron amontonadas en un cuarto sin protección para la lluvia, el sol y los vientos, y muchos de sus muebles terminaron rotos, contaron sus familiares.
A través del abogado, Juan Humberto Fonzalida, Gómez y los familiares de su fallecida pareja denunciaron la presunta usurpación de esa casa en el 311 de la calle Obispo Zapata, en El Rincón, Albardón. Y el último viernes (el hecho trascendió en las últimas horas) la jueza María Mónica Lucero (Tercer Juzgado Correccional), entendió que el anciano había sido desalojado de manera ilegal, sin orden judicial, y por eso ordenó restituirle la vivienda y meter preso al hombre que la ocupaba.
Ese hombre, de apellido Rodríguez (47), vivía en la casa con una hija, su pareja y el hijo de ambos, revelaron fuentes judiciales. El hombre habría dicho que el lugar le fue cedido por Olga Vega, la excuñada de Gómez, quien encaró a ‘gritos y expresiones amenazantes’ al abogado Fonzalida al enterarse de la decisión judicial, reveló el propio letrado y el anciano.
Gómez y su fallecida pareja habían llegado hace 43 años a esa propiedad donde vivía la madre de ella, para ayudarla cuando quedó sola, dijeron. Luego falleció la compañera del jubilado, que quedó solo en esa casa con parral en el fondo. Según el hombre, él compartía las ganancias con su excuñada en la época de cosecha, pero la mujer siempre se empeñó en sacarlo de la propiedad.
La cuestión sobre quién es el dueño del terreno será parte de un proceso civil, pues el abogado de Gómez sostiene que no hay ningún documento o título de propiedad que acredite a la excuñada de su cliente como dueña del lugar.
‘Yo tenía fe, sabía que volvería a mi casa a pasar tranquilo mis últimos años. Le agradezco a mi sobrina por tenerme con ella, hoy en día no es fácil tener una familia numerosa y agregar a otra persona’, dijo Gómez.
‘Sabemos que esto no termina acá, pero no vamos a permitir más atropellos y vamos a pelear por sus derechos’, aseguró Viviana, sobrina política del jubilado, mientras le ayudaba a reacomodar cosas y a limpiar la casa.