César Esteban Vignoli conoce el poder de la palabra y la eficacia comprobada de aplicarla con el tono y la modulación adecuados. Sabe de entrampar a su interlocutor en situaciones fingidas en las que él aparece como alguien con poder que puede beneficiar a quien lo escucha.
Sabe también que los resultados le fueron más exitosos cuando sus dichos se vieron apoyados por su presencia pero cuando no pudo desplegar sus gestos, porque las cosas no le salieron y terminó preso, igual se las ingenió para estafar, sólo con hablar por teléfono.
Según la denuncia, una hija de Vignoli dio un apellido falso
Porque con 52 años y al menos 5 condenas por estafas reiteradas, está claro también que no conoce otra forma de sobrevivir. En la cárcel donde cumple el que por ahora es su último castigo de 6 años por tres engaños, cosechó al menos tres denuncias más por fraude (incluso contra un sacerdote y en los últimos días sumó otra, esta vez de un carnicero, quien creyó que le hablaba el ingeniero Nacif y terminó cuatro veces en la casa de Vignoli en el barrio Solares IV, Capital, con mercaderías por un total de $11.782. Según fuentes policiales, hasta un teléfono Samsung J7 le entregó con la esperanza de sacar un rédito.
Lo que la Policía intenta determinar ahora es si sus dos hijas (identificadas por el denunciante como Lourdes y Martina) fueron parte de la trama, pues Alejandro Federico Sosa denunció que Lourdes se presentó también con el apellido Nacif y fue la que, generalmente, le recibió las mercaderías.
Enésimo engaño
Todo comenzó en diciembre pasado, cuando Sosa recibió un llamado de alguien que se presentó como el ingeniero Guillermo Nacif, endulzándole los oídos con elogios a las carnes de su negocio (“Carnes Pampeana”) y tendiendo el primer hilo de su telaraña: un posible negocio minero.
Al siguiente llamado se lanzó: habló de problemas de comida de sus empleados en la mina (“los tengo sin comer allá arriba”, le dijo) y pidió el favor de enviar a su casa una primera entrega para acercarla luego a sus empleados.
Y lo consiguió: el 19 de diciembre Sosa envió a la vivienda de la familia Vignoli carne y otras mercaderías por un valor $2.549.
Fue la primera de una seguidilla de entregas: el 5 de enero hubo otra por $1.538. El 12 de enero se produjo el envío por mayor monto: $4.458. Y el 26 de enero entregó artículos por un valor de $3.237.
Todo esto sin contar el teléfono Samsung J7 que pidió entregarle a su esposa Marcela González, por la mayor duración de la batería del aparato y porque lo iban a integrar al sistema de comunicación corporativo de la inexistente empresa.
Según las fuentes policiales, el comerciante se cansó de cobrar y nunca vio un peso. Y cuando entró a sospechar y se puso a averiguar, las redes sociales terminaron dándole una pista: Lourdes, la chica que le recibía la mercadería no era Nacif sino Vignoli. Y de ahí a completar la trama para saber que fue engañado hubo un paso, pues entonces supo que el falso ingeniero no era otro que el archiestafador César Esteban Vignoli y estaba preso.
Con esos datos llegó a Defraudaciones y Estafas donde ya intentan determinar si Vignoli ahora estafa junto con su familia.
Las claves
Los datos aportados por el denunciante pusieron otra vez en la mira de una investigación penal a Vignoli, esta vez con la sospecha de que sus maniobras fueron posibles desde la cárcel gracias al apoyo de su familia, al menos el de sus hijas.
De todos modos la acusación contra los Vignoli no derriba su estado de inocencia ante la ley. Luego de una investigación se sabrá si deben o no responder por el delito. Dejarán de ser inocentes con una sentencia condenatoria firme en su contra.