La madre de Leila, Paula Morales, escuchó los alegatos y salió a tomar aire. Afuera de Tribunales la esperaba un grupo de mujeres que había ido a apoyarla, la mayoría de ellas del movimiento feminista. Estaba también, por ejemplo, la madre de Brenda Requena Montaña, asesinada en Albardón en 2019. Morales, visiblemente nerviosa, les dijo entre lágrimas que lo único que esperaba era una condena a perpetua, como había pedido el fiscal Daniel Galvani y el querellante Marcelo Salinas. En la otra vereda, el defensor Milenko García había solicitado la absolución de su cliente por el beneficio de la duda. Fueron minutos de mucha angustia, hasta que le avisaron que el tribunal de la Sala III de la Cámara Penal estaba por dar lectura al veredicto y entró nuevamente.

Y cuando salió, fue un estallido de alivio, de aplausos y de gritos que sirvieron para sacar toda la bronca contenida durante los 756 días que pasaron desde que Leila Evangelina Rodríguez (24) fue hallada asesinada hasta que los jueces Eugenio Barbera, Maximiliano Blejman y Silvina Rosso de Balanza condenaron a prisión perpetua a su expareja y padre de su nena, Esteban Gabriel "Wilo" Pacheco (26), por el delito de homicidio agravado por el vínculo y por violencia de género.

"Desde ahora mi niña descansa en paz", dijo ayer Morales a este diario, con la cara empapada en lágrimas, a la salida de una especie de pasillo triunfal, como en las ligas europeas, que le hicieron todos los que fueron a acompañarla, quienes no paraban de aplaudir, de agitar los carteles y de demostrar su euforia. "Miren, ha salido el sol, es Leila, es mi nieta que está en paz", gritó Elena Caballero levantando las manos al cielo, y vitorearon todos.

A Morales, dentro de todo, se la notaba satisfecha. Incluso llegó a mostrar una sonrisa. Eso sí, por momentos le entraba la angustia, como cuando ya se había ido gran parte de la prensa y quedaban sólo unos pocos. "Yo quiero a mi hija, quiero que me la devuelvan, Dios", repetía de forma desgarradora mientras era sostenida por su pareja y un sobrino para que no cayera al piso.

Pero en términos generales, según sus propias palabras, el balance final arroja que su vida hace una especie de reinicio luego de aquella fría y fatídica tarde del 27 de junio de 2018 en la que quedó en pausa, cuando la Policía le informó que era su hija quien había aparecido asesinada y tapada con ramas en una acequia, al costado de un callejón muy transitado, cerca de su casa en el Lote Hogar 55, en Ullum.

Esa misma noche los investigadores detuvieron a Pacheco y desde entonces fue el único apuntado que tuvo el caso. "El primer día que lo vi en la pantalla me dieron ganas de vomitar", aseguró Morales, que nunca se lo cruzó en persona porque el ahora condenado presenció el proceso judicial por videollamada desde el Servicio Penitenciario Provincial. La mujer además fue muy crítica con el sujeto porque "nunca admitió que la mató". Sin embargo, las pruebas en su contra eran contundentes, como un examen de ADN sobre sangre que hallaron en el rostro y restos en las uñas de la chica, que demostró que se correspondían con su perfil genético. Ella lo había rasguñado antes de recibir cuatro puñaladas y morir.

"Es lo menos que esperaba, confiaba en mi justicia, en mi justicia de San Juan"
PAULA MORALES – Madre de Leila Rodríguez

Pacheco y Leila habían mantenido un largo noviazgo hasta que decidieron irse a vivir juntos con la hija de ambos. Pero la relación no funcionó y tres meses después ella volvió con sus padres. Desde entonces el vínculo se limitó a la nena, hoy de 5 años (tenía 3 cuando ocurrió el crimen). Sin embargo, los problemas para la pareja retomaron impulso cuando él dejó de pagar la cuota alimentaria y ella judicializó su reclamo, para que cumpla y para que le fijen un régimen de visitas.

Las cosas empeoraron a tal punto que el 26 de junio de 2018, mantuvieron conversaciones y un largo cruce de mensajes, al menos de parte de él (mandó 42, consta en el expediente), que se cortaron sobre las 22.20, cuando ella, que acababa de llegar de un cumpleaños, le avisó a su hermana que salía y volvía rápido. Esa noche no volvió y al otro día, sobre las 16, la hallaron asesinada.

"Desde el primer día que vengo luchando, peleando. Acá termina todo, ahora me voy a dedicar a mi nieta. Leila y su hija ya pueden estar tranquilas", concluyó Morales, con la voz resquebrajada, antes de regresar a Ullum. Lo primero que iba a hacer era llevarle a su hija unas velitas al cementerio.