La muerte pasó a las 13,30 de ayer a ser un hecho consumado para Gabriel Ochoa (30 años). El martes pasado, alrededor de las 2 de la mañana, se montó en la moto de un amigo que había pasado a buscarlo para ir a un cajero (eso dijo la familia de Ochoa), pero a metros de su casa en la Villa San Damián, Rawson, se cruzaron con un remisero en Alvarez Condarco y Bulevar Sarmiento, y el resultado fue nefasto. Gabriel terminó con las piernas quebradas y la cabeza destrozada, según explicó su mujer Paola Cavdevila. Y lo peor, el durísimo diagnóstico de que no sobreviviría; hasta ayer estuvo conectado a un respirador artificial pero al quedar con muerte cerebral todo su organismo se deterioró y colapsó, dijeron fuentes policiales.
Tras el accidente, la mujer de Ochoa había quedado molesta, porque dijo que el conductor de la moto Maverick 110cc, Oscar López, se hizo atender en el hospital Guillermo Rawson y ‘se borró’. Y el conductor del remís -dijo- también huyó del lugar. Según la mujer, después, en la comisaría se presentó otro sujeto haciéndose pasar como chofer de ese remís Volkswagen Voyage.
En la Policía, sin embargo, dijeron que los conductores de ambos vehículos están identificados (el del remís sólo fue identificado por su apellido, Castro) y que son los que estuvieron involucrados en ese siniestro vial.
Ochoa era albañil, trabajaba en una empresa y el principal sustento de su familia, que componían, además de su mujer, sus tres hijos varones de 14, 12 y 6 años.
Ahora, la jueza del Cuarto Juzgado Correccional, Silvina Rosso de Balanza, definirá si cabe o no procesar a alguien por homicidio culposo.