El juez Martín Heredia Zaldo (Sala I, Cámara Penal) resolvió ayer que dos graves casos de abuso y violación ocurridos hace más de 25 años, no prescribieron, porque las víctimas de delitos sexuales merecen una "efectiva tutela judicial", más allá de los tiempos procesales. Por eso condenó a un jubilado de 67 años a 23 años de cárcel por someter, cuando eran niñas, a su hijastra (hoy de 46 años) y a su propia hija (tiene 42), quien aún debe ser tratada por un médico psiquiatra a causa de las dañinas secuelas que le dejaron los incestuosos ataques de su padre entre su niñez y su adolescencia, indicaron fuentes judiciales. Así, el magistrado compartió el planteo de la fiscal Marcela Torres, que buscaba un castigo de 25 años.
Quien podrá ahora pedir la revisión del fallo ante la Corte de Justicia ahora es el defensor oficial Marcelo Salinas. Al cabo de su alegato, había planteado que el juez debía sobreseer a su defendido por prescripción de la acción penal, es decir porque se habían vencido los plazos para investigar y condenar, teniendo en cuenta que las nuevas leyes para no considerar prescriptos los delitos sexuales estaban vigentes desde 2011 y que no alcanzaban a esos episodios ocurridos mucho tiempo atrás de esa fecha. Por lo tanto, invocó la aplicación de la ley penal más benigna a favor del jubilado, o sea, aquella que sí considera prescriptos esos hechos.
Los episodios que mantienen en el Penal de Chimbas al "Ñato" (O.M.O., no se lo identifica para preservar a sus parientes) fueron denunciados el 20 de julio de 2020. Entonces su hija había decidido contarles a sus hermanos sobre lo que le hacía su papá, manoseándola cuando tenía 6 años y estaba ebrio, violándola entre los 12 y los 13, y manoseándola luego hasta antes de cumplir 15 años. Esa vez habló porque tenía muchas dificultades en la intimidad con su pareja (de quien luego se separó) y recibía tratamiento psicológico.
Cuando ella habló, su hermana por parte de madre también rompió el silencio y dijo que a ella la manoseó desde los 8 hasta los 11, y que desde los 11 a los 13 la violó muchas veces. Los ataques pararon cuando su mamá decidió mandarla a vivir con su abuela.
La investigación encarada entonces puso al descubierto la conducta machista y violenta del jubilado, con sus hijos y su propia esposa, que resultaba golpeada cada vez que lo reprendía cuando lo sorprendía manoseando a su hija. Las pericias psicológicas permitieron saber, además, que las mujeres no mentían y que la hija del acusado había sido la más dañada en su salud mental, con ataques de pánico, llantos repentinos, cuadros depresivos, continuas pesadillas, entre otras secuelas.