Anoche personal de la Policía de San Juan detuvo a un sujeto por el aberrante crimen de la docente jubilada Hilda Tobares (65). Hasta las 2 de la mañana de este sábado hubo 3 allanamientos, dos en Santa Lucía y el otro en un domicilio de Capital. Hubo secuestros de prendas del presunto autor, un celular y un auto.

Jorge Luiz Salazar Barahona es el hombre que está alojado en un calabozo de la Central de Policía y señalado como el hombre que ultimó de al menos 9 cuchillazos a esta mujer oriunda de La Rioja que hacía varios años que vivía en San Juan, más precisamente en una casa de la calle Corrientes, en la Villa Ramos, en el departamento Chimbas.

Fuentes de la investigación dijeron que entre la ropa que encontraron en el domicilio de este empleado de una pizzería, en Santa Lucía, había algunas prendas con manchas, en especial un jean. Serán analizadas para saber si son de sangre humana y si corresponden a la víctima.

Pero hay más. La vecina que llamó a la policía cuando escuchó los gritos que venían de la casa de Tobares describió que el sujeto que entró había llegado en "un auto chico, de color oscuro". Barahona tiene Fiat Mobi, vehículo con las características que aportó esta mujer. También habría datos con intercambio de mensajes entre Barahona y Tobares que ratifican el vínculo y que se mensajeó con ella para ir la noche del crimen.

Este sujeto no tiene antecedentes, tiene un trabajo formal y vive con una mujer en su casa de Santa Lucía. En los allanamientos participó personal de Homicidios y de la Brigada de Investigaciones Norte.

EL CASO

El ataque fue alrededor de las 1:30 del viernes, con saña, ella se defendió y hasta gritó pidiendo auxilio. Pero igual la ultimaron. Cuando hallaron el cuerpo estaba desnudo, apenas con una bata y en medio de un charco de sangre. Presentaba cinco cuchillazos en la parte superior del pecho, otro en el costado derecho del cuello y el rostro, y los restantes en la espalda.

Inicialmente los investigadores creían que la sustracción de un televisor de la víctima fue para despistar, porque en la casa estaba todo ordenado y no había puertas o ventanas violentadas como para sospechar de un robo.

Pensaban, y con razón, en un posible crimen cometido por alguien con quien la mujer mantenía una relación sentimental, porque todo indicaba que la víctima permitió el ingreso a su homicida.