Ante la psicóloga, buscó poner en evidencia su mejor versión: hizo un despliegue de verborragia para impresionarla sobre su amplio bagaje de conocimientos varios, mostrándose como un hombre correcto, religioso, ejemplar. Tenía una finalidad clara: presentarse como víctima de la víctima. Pero el despliegue de tanta "habilidad" le jugó en contra, pues la profesional la consideró un signo de su narcisismo, de su necesidad de mostrarse omnipotente, alguien a quien no le afectaban las frustraciones. Ese informe psicológico fue una de las pruebas que comprometieron a ese pintor que hoy tiene 55 años y que, jaqueado por la evidencia, confesará ante el juez Benedicto Correa (Sala II, Cámara Penal) delitos graves contra su hijastra: haber abusado durante cinco años de ella con manoseos hasta que, entre el 27 de octubre 2018 y enero de 2019, la violó por lo menos en tres ocasiones. También le dirá que está dispuesto a cumplir 8 años y 6 meses de cárcel, tal como lo acordó por medio de su defensa con el fiscal Daniel Galvani, precisaron fuentes judiciales.
Primero intentó seducirla diciéndole que estaba enamorado de ella. Pero como eso no surtió efecto, pasó a los hechos directamente, y a las amenazas. Decirle que nadie le creería si hablaba, que la deportarían a su país de origen en centroamérica (no se precisa para preservar a la víctima) y que su madre y su hermanito (hijo biológico del acusado) se quedarían en la calle y por ser menores irían a un orfanato, fueron las oportunas mordazas que mantuvieron a la menor en silencio, hasta que tanta carga de violencia estalló la madrugada del 5 de febrero de 2019.
Según el expediente, la niña (tenía 16 años) se había quedado a ver televisión y al sospechar que su padrastro se había levantado con la clara intención de someterla otra vez, le arrojó un vaso de jugo y se generó una discusión en la que la menor no se calló nada.
La niña había convivido con el acusado desde que tenía 6 años y lo trataba como su padre.
"No, (M.I.) ud. le va a decir a mi madre lo que me hizo y yo no lo voy a perdonar", gritó la niña. El hombre entonces intentó desacreditarla: admitió los hechos, pero habló de un romance consentido por la jovencita.
"No, mamá, no fue un romance, fue obligado, él me dijo que no contara nada, porque me iba a mandar a (el país donde vivían), y que ud. no iba a poder hacer nada", retrucó la chica.
Aturdida por la revelación, la mujer atinó a echar de la casa al padre de su hijo, pero él no se fue. Y dos días después lo denunció, pero entonces declararía que dudaba de los dichos de su hija.
De todos modos los psicólogos del Anivi comprendieron, sin dudar, que ese nutrido relato de la menor con "detalles relevantes e irrelevantes", más la carga de tensión y otros indicadores no verbales que delataban un elevado monto de angustia y tensión, eran muestras claras de que no mentía y de que sus dichos debían tenerse por ciertos, según el expediente.
El informe médico en el que se precisó que la chica ya no era virgen, fue otras de las pruebas que complicaron a ese sujeto, que así terminaba tras las rejas luego de 10 años de convivir con esa mujer a la que había conocido en su país de origen y con la que se mudó a su San Juan natal en 2014, por la grave crisis económica en aquella nación.
Tras escuchar la propuesta de juicio abreviado, el magistrado podrá aceptarla o no. Si da el visto bueno, su decisión final no deberá implicar un agravamiento de pena para el confeso abusador.