A primera hora de la mañana de este miércoles se desarrolló la audiencia de formalización en el marco de la causa por presunta promoción y facilitación a la prostitución en una estética que funcionaba en Capital. Ante el juez se presentaron la dueña del lugar, Patricia Coria, y su hija, Natalia María Pablo; ambas detenidas. Allí, el fiscal ofreció un exhaustivo detalle sobre cómo se trabajaba en el lugar y las prácticas a las que estaban expuestas las masajistas.
“La señora denunciante, de 19 años, comenzó a trabajar en el lugar el 21 de marzo pasado, como esteticista. Coria, publicó un anuncio en su cuenta de Facebook solicitando esteticista para prestar servicio. La denunciante se puso en contacto el 19 de marzo y participó de una entrevista laboral, donde la denunciada le explicó que, en la estética se realizaba diversos tipos de masajes, entre ellos, relajantes, descontracturantes, suecos y sensitivos”, relató el fiscal Juan Galvez.
Y continuó: “En estos, la masajista debía sacarse el ambo y el corpiño para quedarse con el torso desnudo. Por su parte, el cliente podía tocar y besar sus pechos, culminando con la masturbación del cliente. Además, se ofrecían masajes completos, que culminaban con penetración del cliente a la masajista. El valor de los masajes aumentaba conforme aumentaban las prácticas sexuales”.
Para detallar, “también se ofrecían masajes a cuatro manos, en modalidad sensitiva, en el que participaban dos masajistas que se encontraban con el torso desnudos, que culminaba con masturbación al cliente, mientras la otra le tocaba otras zonas erógenas. O en su modalidad completa, que era similar, pero culminaba con penetración”.
Siguiendo con lo informado por el Fiscal, Coria le manifestó a la denunciante cuando comenzó a trabajar que podría hacer los masajes que quisiera. Pero la persuadía diciéndole que el precio de los masajes, de los cuales le pagaba el 30 por ciento.
Según el detalle, le abonaba $3.000 por ofrecer masajes descontracturantes, $5.500 por los sensitivos y $7.000 por los completos.
A su vez, debían trabajar entre las 9 y 20 horas, de lunes a sábado. En total eran cinco las empleadas que trabajaban en el lugar, quienes no estaban registradas y atendían entre 1 a 5 hombres por día.
En ese contexto, la joven que hizo la denuncia indicó que, “al igual que sus compañeras, accedió porque necesitaba el dinero. Y que, al momento de realizar la tarea siempre se encontraba sola en un box, la tocaban y la penetraban. Eso le provocaba malestar, incomodidad, asco y repugnancia. Pero seguía debido a su necesidad y el sentimiento de culpa”.
Mientras Coria fue acusada por autora de promoción y facilitación a la prostitución; su hija, quien se desempeñaba como recepcionista y estaba al tanto de todo, fue acusada como coactura.