"Cuando me detuvieron mi poco mundo se derrumbaba. Al principio tuve miedo, pánico de ver sufrir a mi familia y a mi hijo. Pasé muchas cosas en la cárcel (fue atacado sexualmente por cuatro presos), cosas que vi y lloré, pero me mantuve en pie de no hacerme cargo de algo que no hice, de una mentira. Mucho esperé para que llegara este día (…) me arrodillé y perdoné y pedí perdón, pero no agaché la cabeza ante nada. No creía en la Justicia, pero hoy le doy gracias a esas dos personas (sus abogados) y a esas otras personas que están atrás (sus familiares), porque nunca dejaron de confiar en mí". Quitándose los restos de lágrimas de su rostro, aún estremecido, Humberto Nicolás Jofré (29), pronunciaba sus últimas palabras en un juicio al que, según Fiscalía, jamás debió haber llegado y por el que pasó 2 años y 7 meses preso, acusado de una doble violación contra dos jornaleras de Rawson y el robo del teléfono de una de ellas.

"Acá hay tres víctimas y un sistema penal que no le dio respuestas a nadie y produjo un gran daño (…). Si el hecho hubiera sido real, no se investigó como se debía investigar, con la debida diligencia reforzada que se exige para los delitos sexuales", dijo la fiscal Claudia Salica, asistida por Claudia Vila.

Jofré quedó preso el 12 de febrero de 2021. Fue después de que dos mujeres dijeran que lo habían contactado por Facebook por trabajo. Dijeron que acordaron subir al micro de los obreros a las 5 de la mañana del 4 de febrero de aquel año. Que se durmieron y Jofré les propuso juntarse luego en la plaza de Villa Krause. Que de ahí partieron en un colectivo de línea hasta una finca de Pocito y las hizo meter por unos parrales, donde vieron una casa y un hombre. Que siguieron hasta que una de ellas volteó a preguntar dónde era y Jofré la tumbó de un golpe. Que también arrojó al piso a la otra y las obligó a practicarle sexo oral, con la amenaza de apuñalarlas, sin mostrarles un cuchillo. Que se fue amenazándolas de que no dijeran nada y robándole el celular a una de ellas, razón por la cual tuvieron que pedir a un obrero de la zona que llamara al 911.

Sin embargo para la fiscal, la investigación estuvo plagada de deficiencias. Porque las mujeres, en el juicio, se contradijeron. Porque hablaron de que su violador era un "petizo, gordito" y Jofré mide casi 1,90. Porque no se pidieron registros de cámaras de seguridad ni de la llamada al 911 de aquel día. Tampoco informes de la firma de colectivos ni de la empresa de la tarjeta Sube, para corroborar si Jofré pagó su pasaje y el de las 2 mujeres aquella vez. Porque no hubo inspección ocular ni la declaración de los testigos que las mujeres dijeron haber visto, entre otras falencias.

Y el colmo, un cotejo de ADN entre restos de líquido seminal hallado en una de las mujeres con el perfil de Jofré, que recién se hizo en la etapa de juicio y resultó negativo.

Nunca fue creída la versión de Jofré (por entonces encargado de cuadrilla) de que nunca había visto a esas mujeres, pero conocía a la pareja de una de ellas, porque antes de ser denunciado le descontó a ese sujeto $140.000 de unas gamelas rotas, algo que para sus defensores, los hermanos Josela y Fernando Echegaray Moya, explicaba el porqué de la denuncia.

"Hubo una instrucción absolutamente deficiente. Nuestro defendido lleva 2 años y casi 8 meses preso por un hecho que no existió (…) hablamos de una inocencia afectada en todo sentido, porque sufrió situaciones aberrantes. Acá no hay tres víctimas sino una sola, porque las demás pudieron seguir con su vida incólume y a Jofré le afectaron todos sus derechos, porque no sólo estuvo privado de su libertad por algo que no hizo, su moral se vio cuestionada y violentada", dijo a su turno Josela Echegaray Moya, antes de pedir la absolución "lisa y llana" de su cliente.

Y así lo entendió también el juez de la Sala II de la Cámara Penal, Juan Bautista Bueno (secretaría de Patricia Katuchín), al momento de absolver y ordenar la inmediata libertad de Jofré.