Un estallido. Cuando se avisó que había aparecido el niño, los voluntarios estallaron de felicidad. Hubo abrazos, lágrimas y aplausos. Fue un verdadero desahogo, pues habían pasado varias horas de incertidumbre.

 

Fueron casi 24 horas de angustia y desesperación. De incertidumbre, de mezcla de sensaciones. De no saber si estaba bien, o al menos vivo. De nervios. De una familia atravesada por la preocupación y el desasosiego. De pistas que no llevaron a ningún lado y que lo único que ocasionaron fue pérdida de tiempo en una búsqueda contrarreloj en la que cada minuto valía oro.

Pero al mismo tiempo fueron horas de solidaridad en su máxima expresión. De 400 miembros de distintas fuerzas provinciales y nacionales dándolo todo. De una cantidad impresionante de voluntarios que se acercaron a ayudar. De enduristas, trekkinistas y baqueanos recorriendo kilómetros y kilómetros sin parar, algunos sin dormir ni comer. De vecinos acercando agua y frutas. De un despliegue en el que no sobró nadie. De drones, un helicóptero, motos, camionetas y caballos. De todo un San Juan atento a lo que pasaba con la búsqueda. De redes atestadas con cadenas de oraciones.

Y, lo más importante, de un operativo que logró algo muy pocas veces visto: que desconocidos se abrazaran y lloraran de emoción festejando la aparición de un niño también desconocido para ellos.

Todo eso provocó Benjamín Sánchez, el niño de 5 años que sobrevivió a una odisea luego de que desapareciera en El Salado, una zona desértica albardonera plagada de matorrales y espinillos en la que durante el día el sol se hace sentir y en la noche el frío hace lo propio.

La pesadilla comenzó el pasado domingo, cuando el pequeño fue a ese lugar junto a su familia y otros parientes a pasar el día. Todo marchaba con normalidad, pero a eso de las 17, mientras tomaban mate, Benjamín se alejó del grupo y lo que empezó como una travesura terminó muy mal. “Se escapó corriendo, como hace siempre, y cuando la madre lo fue a buscar siguió corriendo creyendo que era un juego, hasta que desapareció”, relató una hermana. Todo indica que cuando salieron a buscarlo continuó escondido, hasta que se perdió y nunca más se supo de él.

Los familiares recorrieron la zona, pero a medida que pasaban los minutos no aparecía y decidieron pedir ayuda. En ese momento nunca se imaginaron que en pocas horas se iba a activar un megaoperativo con pocos precedentes en San Juan y mucho menos que toda la provincia iba a estar pendiente.

Entrada la noche, además de las fuerzas policiales, ya eran varios los voluntarios que en moto, a caballo y trasladándose a pie habían llegado para ayudar en la búsqueda. Y ni hablar la cantidad de gente que se acercó en la mañana de ayer, al punto que la huella de acceso en varias oportunidades estuvo colapsada. Eso permitió que, con la ayuda de más rescatistas, drones y hasta un helicóptero, se ampliara el rastrillaje.

Sin embargo, las horas pasaban y las novedades eran nulas. Pero la punta del ovillo iba a llegar de la mano de un baqueano, quien advirtió en el terreno unas huellas de zapatillas. Fue el principio de un final feliz, porque bastó con seguir el recorrido de las pisadas para finalmente dar con el niño.

“Tuvimos que andar mucho, realmente nos sorprendió todo lo que recorrió”, dijo un endurista que formó parte del grupo de unas 10 personas que lo encontró. Benjamín había caminado aproximadamente 21 kilómetros. Estaba acostado bajo la sombra de un junco, lleno de tierra. Se lo notaba bien. Lo alzaron y le ofrecieron una galleta, pero no la quiso. Sólo quería agua, estaba sediento. Preguntó por su mamá y reprochó que por qué lo habían dejado solo. Luego se negó a subirse al helicóptero por miedo, pero lo convencieron y en pocos minutos estaba en el Hospital Rawson, donde anoche era sometido a un proceso de rehidratación y se estimaba que en pocas horas iba a volver a su casa del barrio capitalino San Martín. Benjamín está bien.

“No doy más de felicidad”

 

“Le fuimos llevando el rastro por las pisadas. En un momento le vi la espaldita, grité y él se enderezó. Preguntaba por la madre y pedía agua, tenía sed. Tenía la cara y la ropita llena de tierra. Él decía que estaba bien. Después le hicimos señas al helicóptero y se lo llevaron. No doy más de felicidad”, sostuvo al borde del llanto “Peco” Elizondo (dice que no lleva la cuenta de sus años), un baqueano de la zona que fue parte del grupo que halló a Benjamín. Junto a su amigo Juan Reinoso (50) fueron claves en el operativo porque fueron los que se dieron cuenta de las huellas.

 

Asociaciones y ONGs se acercaron a participar del rescate del niño de cinco años, que estuvo perdido casi un día en el desierto, sin agua.