Insólito. El portón de madera de la casa de la víctima tiene solamente una hoja, porque a la otra parte se la llevaron los delincuentes. Matías Audala dijo que pensó que podían llegar a matarlo y por eso no ofreció resistencia.

 

Una banda de ladrones encañonó a un humilde trabajador cuando en plena madrugada llegaba a su casa de Marquesado, Rivadavia, lo maniató y robó las pocas cosas de valor que tenía: dos notebooks, un TV, un celular, $500, algo de ropa, una bordeadora y hasta una hoja del portón de madera de la vivienda.

La víctima fue un joven albañil llamado Matías Audala (23). En esa casa que le prestan, ubicada en el Barrio Marquesado I, vive con su novia, pero ella estaba en el Hospital Rawson, donde horas antes había dado a luz a la primera hija de la pareja. 

Audala está convencido de que los delincuentes estuvieron siguiendo sus movimientos, porque cuando a eso de las 3.30 del pasado domingo se bajó del auto y enfiló para entrar a la casa, dos sujetos encapuchados lo sorprendieron por atrás y no le quedó otra que entregarse a sus intenciones al darse cuenta que uno de ellos tenía un arma de fuego. “Escuché que llegaron corriendo, me apoyaron el arma y me dijeron: “Dame la plata gil”, recordó.

Sin resistirse, el joven entregó su celular y $500 que tenía en un bolsillo. Y hasta les ofreció el estéreo del auto con tal de que no entraran a la vivienda. Pero no lo consiguió. “Me obligaron a que abriera la puerta, me llevaron hasta la pieza, y con el cable de un secador de pelo me ataron las manos y me pusieron boca abajo en la cama”, contó.

Allí pasó varios minutos que para él parecieron horas. “Uno me apuntaba con el fierro mientras el otro buscaba cosas. Revisaron hasta adentro del baño. Yo les decía: “¿Qué se van a llevar? Plata no hay, si yo soy más pobre que ustedes””, relató.

Después de seleccionar lo de mayor valor, los sujetos se marcharon. Para la víctima había otro afuera haciendo de campana.

Lo concreto es que una vez que dejó de escuchar ruidos, se desató y fue a pedir ayuda a un concuñado que vive a la vuelta de la casa, quien lo acompañó hasta la seccional 30ra.

“No quería forcejear con ellos, se me cruzaban diez mil cosas por la cabeza, hasta mi bebé. Mirá si me hacía el macho y me daban una puñalada o algo. La verdad es que pensé que me podían llegar a matar. La bronca que te da es que te llevan las pocas cosas que tenés, y con lo que cuesta ahora. Para mí todo fue planeado. Sabían que mi novia iba a estar internada, nos han venido fichando, pero ya está, no queda otra que seguir trabajando”, cerró Audala.

 

Una estudiante atacada y con costillas fisuradas por $400

 

Cerca de las 11,30 del pasado lunes, Elisa Sánchez (28) fue atacada por dos motochorros en la puerta de su casa del Barrio 17 de Octubre, en Chimbas. Según contó, había ido a un kiosco y tenía que volver a salir rumbo a la UCC donde estudia Enología, cuando uno de los sujetos la tomó de los pelos y empezó a golpear su cabeza contra la pared. “Sentí la frenada y vi que uno de los tipos se bajó. Entonces me agarró de los pelos y comenzó a golpearme la cabeza contra la pared y a insultarme. Estaba aterrada pero lo único que quería era que no entraran a mi casa”, dijo. Ya en el piso y casi desmayada, los sujetos siguieron golpeándola y le hicieron cortes en el brazo derecho y ambas manos, según cree Elisa, con un cuchillo. Además, terminó con dos costillas fisuradas. Los ladrones huyeron con su mochila en la que llevaba $400, apuntes y documentación. “Pido por favor que me ayuden a recuperar mis documentos y tarjetas porque las necesito para viajar a un seminario de Ciencias dentro de poco”, cerró.