Alfredo Pereyra (80) descansaba con su perro en su dormitorio construido en el fondo de su casa, cuando de golpe le cerraron la puerta que mantenía entreabierta. Faltaban unos minutos para las once de la noche del sábado en esa vivienda de la calle San Lorenzo del barrio Del Carmen, Capital, y lo primero que se le vino a la cabeza al anciano, fue que había sido alguna de sus hermanas. Sin embargo, los gruñidos del perro le hicieron cambiar de opinión y enseguida enfiló hacia el frente para ver qué pasaba.

Entonces fue que alcanzó a ver a un sujeto fuera de la cocina, a otro adentro y a un tercero que hacía de campana en la calle. Pensó en tomar un trozo de hierro que tiene y aunque no pudo hallarlo, por la oscuridad, igual avanzó. Fue ahí que le lanzaron una silla que se destrozó al caer al piso cuando la esquivó. Y como eso no lo desanimó, uno de los delincuentes decidió parar su marcha con un cuchillazo que le provocó un gran corte en la palma de su mano derecha, que interpuso para defenderse.

Lo que siguió fue el escape a toda carrera de esos ladrones que, de todos modos, ya habían revisado toda la casa y se habían alzado con las cosas de mayor valor que hallaron hasta que les entorpecieron el plan: unos 200 pesos de Alfredo y los anillos, cadenas y otras joyas de oro de sus hermanas Dora (70) y Délfora (65), todos empleados públicos jubilados. Ambas habían salido a visitar a una amiga junto a otra hermana que llegó de Buenos Aires, Donatila (82), y ayer estaban indignadas.

‘Esto no puede ser, es la tercera vez que nos roban y no vamos a hacer la denuncia porque nunca se resuelve nada’, dijo Dora.

‘Diga que tuve suerte, que no me mataron, que me dieron el puntazo y se fueron porque ellos eran tres y yo no iba a poder defenderme, el perro hubiera agarrado a uno nomás’, dijo Alfredo.