Hubo un momento en que una de las nenas no aguantó más y le contó lo que le hacía su papá a una compañerita de escuela. Fue la bisagra para sacarla de una pesadilla porque esa chica le aconsejó contarle todo a su mamá y fue entonces que la mujer quedó destruida al saber que no sólo había sometido a esa niña, por entonces de 14 años, sino también a su hermana de 12. Los psicólogos que las entrevistaron en Cámara Gesell supieron los peores detalles, como que la mayor fue corrompida con numerosas prácticas sexuales durante 10 años: desde los 4 hasta los 8 había sido manoseada. Y entre los 8 y los 14 violada al menos dos veces por semana. A esta niña, le decía que quería que fuera su mujer y tener hijos con ella.
El mismo camino siguió con la otra nena, pero los peritos supieron que sólo la corrompió con similares maniobras entre los 8 y los 12 años, aunque estuvo a punto de violarla.
El sospechoso, no identificado para preservar a las menores, es un electricista de 38 años que fue denunciado por su esposa el 14 de abril de 2016, día en el que también se fue de la casa con las nenas.
Tan contundentes resultaron las pruebas en su contra, que al llegar a juicio en la Sala I de la Cámara Penal, resolvió tomar el camino más corto: aceptar su responsabilidad en un juicio abreviado, proceso en el que se mostró dispuesto a recibir 23 años de cárcel por los graves delitos cometidos contra sus hijas cuando vivía con ellas en un barrio de Chimbas.
Ayer ratificó con su firma el acuerdo al que llegó a través de su defensor Carlos Reinoso con el fiscal Gustavo Manini, audiencia en la que estuvo presente la Asesora de Niñez Soledad Medina.
Ahora, el juez del caso, José Raúl Iglesias, debe resolver qué sentencia tendrá el juicio: por ley, puede aplicar una pena igual o menor, pero no una con un monto superior a 23 años.