En su casa era la ley. Cintazos, golpes, insultos eran la moneda de cambio puertas adentro. Y esa carga de violencia se potenciaba los fines de semana, cuando se embriaga. Fue en uno de esos días que llegó medio tomado, cuando le pidió a la madre de sus siete hijos que le mandara alguno de los más chicos a dormir con él en el fondo. Fue una noche de diciembre de 2018, y la única que se animó a acompañarlo fue su hija de 14 años. La niña recordó que esa vez la despertó una araña, que su papá la mató y que enseguida comenzó a manosearla y la violó, amenazándola para que no dijera nada. Al otro día, entre las 7 y las 9, mandó a su esposa a buscar una gaseosa, se cruzó a la habitación de su hija y volvió a someterla.
Pero esa vez los ruidos habían sido escuchados por un hermano mayor de la niña, que fue hasta la habitación y vio a su papá ultrajándola. A él no le dijo nada, pero le anticipó a su mamá que se ‘iba a desgraciar con su papá’ si no hacía algo, porque no le gustaba lo que hacía. Para ese momento la mujer había comenzado a notar también que le faltaban pastillas anticonceptivas y la propia niña le dijo que su papá la obligaba a tomarlas para no quedar embarazada. Entonces la mujer se vio en una encrucijada: un día le dijo a su marido que era un ‘cochino’ por hacerle eso a su hija, pero el sujeto la amenazó enseguida diciéndole que ya se iban a quedar solos en su casa de Calingasta. La mujer se arrepintió entonces y hasta le pidió disculpas porque sabía lo violento que era. Ella misma contó después que ese hombre con el que había convivido 20 años tenía antecedentes por robo y por apuñalar a su propio hermano. Pero le comentó el problema a una médica obstetra que le daba los anticonceptivos. La niña, que a veces iba a buscar esas pastillas, también le confirmó la violenta situación a esa profesional, que fue la que denunció el caso el 19 de febrero de 2018.
En el Anivi, la niña contó que luego de las primeras violaciones su papá la manoseaba, le ofrecía plata, teléfonos y tablet a cambio de sexo. Le advertía que no tenga novios y le controlaba todo en el teléfono. Ayer, ese sujeto que hoy tiene 42 años (no se lo menciona para preservar a su hija) admitió al menos dos violaciones y haber corrompido sexualmente a esa chica que tenía obligación de cuidar. A través de su defensa firmó un acuerdo de juicio abreviado con la fiscal Marcela Torres, en el que acepta 10 años de cárcel. Decide el caso el juez Ernesto Kerman (Sala II, Cámara Penal).