Hilda Agüero (38) ayer lloraba de impotencia. Y las lágrimas le brotaban aún más cuando explicaba que las cosas que les llevaron los ladrones las habían adquirido con horas y horas de sudor, trabajando de sol a sol. Su marido, Luis Cortez (42), es obrero municipal y además se dedica al cultivo de vegetales. Ella lo ayuda con las chacras y se encarga de vender las verduras. De esa manera se las arreglan para que a ellos y a sus dos hijas, de 18 y 12 años, no les falte nada. Sin embargo, ahora atraviesan una dramática situación a raíz del cruel asalto que sufrieron en la madrugada del sábado en la casa que les prestaban desde junio pasado, ubicada sobre calle La Plata, metros al Sur de Colón, en la localidad caucetera de El Rincón. "Nos fuimos de ahí porque así no se puede vivir", dijo Cortez desde la casa de sus suegros, donde se instalaron hasta encontrar un lugar más seguro para mudarse.
El ataque ocurrió a eso de las 2.30, cuando las víctimas dormían. Los delincuentes eran tres, tenían barbijos, estaban armados y para entrar voltearon a patadas la puerta principal. Y una vez adentro se valieron de violencia para conseguir lo que querían. "Las nenas no paraban de gritar. Yo y mi hija más grande les queríamos pegar porque ellos golpeaban a mi marido. Fue muy feo", relató Agüero.
Los delincuentes encerraron a la familia en una habitación y con unos cables ataron a todos de pies y manos. Con el control total de la vivienda, se dieron el lujo de estar aproximadamente una hora seleccionando qué llevarse y qué descartar. Y hasta tuvieron el descaro de comer unos sánguches de fiambre y empanadas que había en la heladera, y preguntarles a las víctimas, con tono burlesco, si tenían hambre, mientras permanecían atadas y sin poder hacer nada.
"Se subieron a las camas, las rompieron, tiraron todos los cajones al piso, hicieron un desastre… fue la hora más larga de mi vida", comentó Agüero, a los sollozos. Los ladrones finalmente se llevaron $16.000 que la pareja había ahorrado de la venta de verduras, una Motomel 110 cc, una notebook, una netbook, tres celulares, un TV 40" que todavía no terminan de pagar, una bicicleta Venzo rodado 26, una tablet, ropa, zapatillas y mucha mercadería, como bolsones de azúcar.
"No nos han dejado ni un par de zapatillas, tuve que ponerme gomones para ir a hacer la denuncia. Había uno que estaba totalmente sacado, yo pensaba en las criaturas y todavía repaso en mi mente esas imágenes horribles. No se imagina lo que nosotros trabajamos para tener cada cosita, pero la verdad esto me ha dejado sin ánimo", confesó la mujer, mientras se secaba la cara. El caso es investigado por la seccional 9na y la Brigada Este.