Apenas 13 días después de la muerte del nene que se ahogó en un reservorio de agua, la finca donde ocurrió la tragedia volvió a llenarse, además de policías, de estremecimiento y drama. Esta vez fue por un violento asalto que sufrieron los familiares del pequeño y otra familia vecina, atacados en la noche del último viernes por cinco delincuentes fuertemente armados.
"Todavía no nos terminamos de reponer de lo que pasó en el reservorio y nos hacen vivir esto", dijo Noemí Sabino (22), prima de Miqueas Brizuela, el nene autista de 4 años que en la tarde del 27 de junio pasado se ahogó al caer al reservorio.
Miqueas vivía en Rawson pero ese día había ido con su madre a festejar el cumpleaños de su prima Noemí
La finca está ubicada detrás del Barrio Bustelo, unos 200 metros al Oeste del cruce de Ricardo Gutiérrez (prolongación Sáenz Peña) y Amancay, en Alto de Sierra, Santa Lucía.
En ese lugar hay dos casas: la del dueño de todo el predio, el minero Julio Aragón (42), que vive con Noemí y sus dos hijos de 4 y 2 años. Y la otra, que está casi pegada, se la prestan a Fermín Reinoso (54), a su esposa Sandra Gómez (53) y a sus hijos de 17 (tiene retraso madurativo) y 15 años.
Fueron justamente los Reinoso los primeros que padecieron la crueldad de los delincuentes, que al parecer entraron por los fondos de la finca y se escondieron en un baño hasta encontrar el momento apropiado para atacar.
"Salimos con mi esposo a cerrar el agua cuando se nos aparecieron los tipos. Primero lo agarraron a él y uno le puso un arma en la cabeza. Y le gritó a los otros que me agarraran a mí para que no me escapara. Eran cinco, cuatro tenían revólveres y el otro una escopeta. No se les veía la cara, estaban encapuchados y con cuelleras", relató Sandra Gómez, que sufre de problemas del corazón.
Los asaltantes encañonaron al matrimonio y los hicieron sentar afuera de la casa, en el suelo. Luego sacaron a sus dos chicos y a un amigo de ellos de 18 años que había ido a visitarlos. Y con unas mangueras los ataron de pies y de manos y los tiraron boca abajo al piso.
La familia vivió un verdadero calvario pues los delincuentes creían que escondían un dinero que ellos juraban no tener. "Yo les decía que nos largaran, que no teníamos plata ni para la operación del corazón que yo necesito. Esa es la verdad, nosotros no tenemos un mango, con decirle que mi marido que antes hacía changas ya no puede trabajar porque le agarran dolores de cadera insoportables. Yo les decía: ‘¿Quieren que vamos a robar un banco para darles plata?’ Y me decían que no les contestara así, que cerrara la boca", recordó la señora, que pasó tantos nervios que se descompuso: "Tiritaba entera, quería buscar una campera pero no me dejaban moverme. Y cuando vi que le pegaron a mi marido un culatazo en la cabeza me descompuse. No sé en qué momento me desperté, pero cuando reaccioné me largué a llorar y no podía parar. Le decía a mi marido que tenía un dolor muy fuerte en el pecho y en la vesícula, y me respondió uno de los tipos, me dijo que me tranquilizara, que ya se iban a ir. Mi marido también me pedía que me tranquilizara, pero yo por dentro no paraba de pensar en que podían matarlo a él o a alguno de mis hijos".
La señora habla agitada, como si estuviese reviviendo la terrible situación. Y se le quiebra la voz cuando cuenta que sus hijos también fueron golpeados, incluso el mayor, pese a que sufre retraso madurativo. "Él se reía porque no entendía lo que estaba pasando y le pegaron una cachetada. Yo les pedía que no le pegaran, trataba de decirles que era discapacitado, y me dijeron que no lo iban a golpear más. Pero al de 15 y a su amigo le daban patadas en las costillas mientras estaban en el suelo", contó.
Mientras ellos eran custodiados afuera de la casa por dos sujetos, los otros entraron y la dieron vuelta. Revisaron todos los rincones pero apenas se alzaron con un celular.
No conformes con eso y aprovechando que Julio Aragón, el vecino, justo llegaba en su auto, tres de los sujetos fueron por todo a esa otra vivienda. Los otros dos metieron a los Reinoso a su casa, los encerraron en una habitación y se quedaron con las llaves de ingreso.
"Cuando escuchamos el ruido del auto, mi hijo mira por la ventana y dice: ‘Ahí viene el Julio con dos chicos’. Me pareció raro porque siempre me avisa si va a venir con alguien. Cuando me golpearon la puerta se escuchaban voces, me quedé pensando pero abrí y vi que tenía un arma en la cabeza", recordó Noemí, novia del trabajador de Veladero que justo esa noche estaba volviendo después de varios días.
La secuencia fue parecida: los hicieron tirar al piso, los amenazaron con que dispararían si se movían o hacían algo raro y buscaron objetos de valor por toda la casa. No encontraron dinero, pero se llevaron dos televisores, dos celulares, una maquina de cortar el pelo, una pava eléctrica y hasta unos chorizos.
"Acá se metieron tres, los otros dos se quedaron afuera vigilando que ellos (los Reinoso) no hicieran nada. Después también nos llevaron la llave y se escaparon todos por la finca", sostuvo Noemí, a quien lo que más le importaba era que no les hicieran nada a sus dos criaturas.
Los delincuentes escaparon por la finca y para cuando llegaron los pesquisas de la seccional 5ta ya nada se puedo hacer.
"Yo le digo a mi marido que ya tengo terror de estar aquí. En la noche abro la puerta y pienso que pueden estar los ladrones o parados al lado de mi cama pegándonos. Hace 3 años que vivimos acá y es la primera vez que nos pasa. Fue una cosa horrible, es como yo le digo a mi marido, fue como un terror de película", dijo Sandra.
Noemí, por su parte, no pudo evitar recordar la muerte de su primito: "Otra vez vino la misma jefa de la seccional, los mismos policías… era como volver a lo mismo, pero por un asunto diferente. Fue muy feo porque todavía no te recuperás y te pasa esto".