Al momento de los alegatos, las dudas sobre la existencia del asalto, desbordaban. El propio fiscal José Eduardo Mallea se lo hizo notar al juez Eugenio Barbera, porque no le cerraba que a plena luz del día (un 30 de septiembre de 2014 a las 19,30) el boxeador amateur Víctor Jara Lillo (29) recorriera como un kilómetro por una zona poblada de Caucete, amenazando con una punta en la cintura a Emanuel Cristian Galván, la supuesta víctima. Y que así lo llevara a su casa para golpearlo y tenerlo cautivo dos horas, solo para robarle el celular y $35. Por esos y otros motivos, pidió la absolución, igual que la defensora Sandra Leveque, quien se encargó de remarcar las numerosas contradicciones de Galván sobre aquel particular episodio. En su defensa, el acusado dijo que nunca asaltó a Galván y no entendía por qué lo involucró en algo así. Y que si tenía el celular del denunciante (cayó con el aparato el 14 de octubre de 2014), fue porque se lo dio como parte de pago por una deuda que tenía con él.
Al término de los alegatos, el juez Barbera (Sala III, Cámara Penal) no sólo adhirió a los pedidos de las partes al absolver a Jara Lillo. Sino que fue más allá: ordenó que se extraigan copias del expediente y se envíen a la fiscalía de instrucción en turno, para que se investigue si Galván mintió y lo plasmó en una falsa denuncia. Y también si existió una falsedad ideológica con otros involucrados, precisaron fuentes judiciales.
¿Por qué las sospechas? Según los voceros, además de las contradicciones del denunciante, hubo un hecho bastante llamativo: en la primera denuncia en la seccional 9na la víctima firmó como ‘Emanuel Galván’ y el hecho se relató en tercera persona, con expresiones como ‘a Emanuel Galván le ocurrió tal cosa’, dijeron. Al otro día, el propio Galván agregó detalles (dijo que hubo otro ladrón), el hecho se relató de manera distinta y ya no firmó con su nombre sino con un ‘garabato’, igual que al momento de ratificar sus dichos en Tribunales, precisaron.
