María Alejandra Rivera (32) pudo morir, definitivamente, pero la salvó un milagro. La encontraron dos obreros el sábado a las 10.30 tirada en calle 8, unos 500 metros al Oeste de Lemos, boca abajo, sin reacción. No quisieron tocarla, pensaron que estaba muerta. Lo mismo hizo el patrón de esos trabajadores y otras tres personas que pasaban en un auto rumbo a una cata de vinos. Llamaron a la Policía, y pareció obra de la Divinidad que justo en ese momento circulara por Lemos una patrulla con policías de la Seccional 7ma. dirigidos por el comisario inspector José Jacinto Ortiz. Ellos la salvaron. La dieron vuelta, le vieron el rostro morado pero igual le quitaron ese corpiño anudado al cuello. Entonces respiró con normalidad, pero quedó envuelta en una crisis de nervios, pidiendo por su hijo, uno que falleció hace años, dijeron fuentes de la investigación.
Hubo misterio y versiones confusas de lo que pudo haberle pasado a esa mujer con un retraso madurativo que vive con dos hermanos en el barrio El Molle, en Rawson. Hasta anoche, cuando los médicos del hospital de Pocito permitieron entrevistarla. Ahí, les dijo a los pesquisas que había sido atacada por cuatro sujetos en un auto, que quisieron pagarle por sexo e intentaron matarla porque ella se resistió, dijeron fuentes ligadas a la investigación.
Según las fuentes, la mujer dijo que el viernes a la tarde caminaba por España al Norte rumbo a la casa de su mamá (vive en otro lugar), hasta que se desmayó cerca de la plaza de Villa Krause. Cuando despertó, cuatro sujetos en un auto rojo y negro se ofrecieron a llevarla, pero cuando accedió a subir quisieron pagarle por sexo y ella no quiso. Ayer no se sabía qué pasó durante la noche (no la habrían violado) pero luego ella recuerda que le ajustaron el corpiño, la abandonaron (testigos hablan de un auto blanco con techo amarillo) y les tiró piedras hasta que volvió a desmayarse. Atar cada cabo, es clave para esclarecer el caso.

