Un empresario de Morón fue condenado este jueves a 50 años de prisión por violar a sus cuatro hijas desde que iban al jardín de infantes. Se trata de un fallo sin precedentes, ya que la Justicia le aplicó la pena máxima establecida en el Código Penal.
Se trata de Alejandro Rosario Manuel Leguizamón, dueño de una fábrica de membranas, que también fue denunciado por ejercer violencia física y psicológica contra las víctimas y su esposa y en su defensa argumentó un tibio: “A veces se me iba la mano”. Su abogado defensor había pedido la absolución.
Las cuatro hermanas, que ahora tienen 27, 29, 30 y 32 años, se abrazaron emocionadas y lloraron en silencio un largo rato después de escuchar el fallo, según el cual su padre seguirá cumpliendo su pena en la Unidad 39 de Ituzaingó. “Esto es empezar a vivir, porque yo no sé lo que es una vida sin violencia. Recién ahora estoy empezando a hacer lo que quiero para mi vida, y es lo que le quiero enseñar a mi hija”, sostuvo cuando se recompuso la mayor de las mujeres en uno de los pasillos de los Tribunales.
En diálogo con Clarín, sus hermanas se expresaron en el mismo sentido que ella. “Paz”, “Que empieza una nueva vida”, “Que volvimos a nacer”, fueron algunas de las sensaciones que manifestaron las denunciantes tras escuchar la condena. “Teníamos miedo. Miedo de que recibiera una pena menor, y de volver a verlo”, explicó una de ellas.
“Todo empezó cuando íbamos al jardín”: el relato de las víctimas de Alejandro Rosario Manuel Leguizamón
Romina, la hija mayor del condenado, fue la primera también en animarse a denunciarlo. Lo hizo primero en una reunión familiar, al quebrarse y confesar ante sus hermanas los años de abusos que había soportado en silencio. En ese momento fue cuando supo que no había sido la única y que cada una de ellas era una víctima de la perversión del padre. Era el año 2016 y recurrieron a la justicia.
Desde ese momento Leguizamón tuvo una orden de captura en su contra pero logró mantenerse prófugo durante 28 meses. La DDI de Morón lo detuvo recién en enero de 2019 en una casa de Rafael Castillo, donde estaba escondido y con un arma de guerra en su poder.
“Yo no siento nada por él. Ni siquiera rechazo”, confiesa por su parte Evangelina, de 27 años, rodeada por el resto de sus hermanas. Las jóvenes tienen otros tres hermanos varones y uno de ellos también había revelado abusos por parte de su padre. Con el tiempo, sin embargo, también dijo “haberlo perdonado”.
Los abusos contra las hijas mujeres empezaron cuando todavía iban al jardín, entre los tres y los cuatro años. No las dejaba tener novio ni salir de la casa. Las llamaba “las chinitas”, y la orden era “que se turnaran para rascarlo en el cuerpo y los genitales”. Solía hacerlo después de dar otra orden, a su mujer. Que “debería irse a hacer las compras del día y tardar entre dos y tres horas”.
Pero el colmo fue la carta que de puño y letra Leguizamón le escribió a su hija mayor: “Lo nuestro no es abuso. Es incesto; estoy enamorado de vos. Quiero que seas mi pareja. Hablemos con tu mamá. Tiene que ir a terapia y entender lo que nos pasa”.
La versión del acusado Alejandro Leguizamón, condenado por violar a sus hijas
Por su parte, el empresario condenado se despegó en su momento de las acusaciones y contraatacó con un supuesto plan llevado a cabo por su esposa y sus hijas para quedarse con su fábrica.
Sin embargo, dos testigos no familiares contaron su propia versión. “Una vez me contó que estaba de novio con su hija”, detalló un socio. Y una empleada recordó el día en el que una de las hijas de Leguizamón se puso a llorar y le dio detalles sobre lo que le hacía su papá.
La defensa había solicitado la absolución de Leguizamón. En cambio, el fiscal Pablo Masferrer requirió la misma pena que le aplicaron: 50 años.