Un preso escapó de una comisaría como si nada: sólo se limitó a abrir la puerta de la celda, que no estaba asegurada, y escabullirse de las miradas del personal de guardia. Según fuentes policiales y judiciales, esa es la principal hipótesis de cómo fue que ese detenido de 24 años había desaparecido de la seccional 34ta de Rivadavia el último jueves en la tarde.
El sujeto fue recapturado horas después por los mismos policías que lo tenían bajo custodia. Pero la cosa no quedó ahí: ayer, la titular del Segundo Juzgado Correccional, Carolina Parra, ordenó que otra seccional investigue cómo fue que ocurrieron los hechos y si existe la posibilidad de que algún policía hubiera cometido algún delito. Al sospechoso, a priori, no cabe atribuirle ninguno, pues no rompió nada ni atacó a nadie para escapar.
Internamente, se supone que la Policía también abrió una investigación para determinar responsabilidades, al menos sobre el calabocero o el encargado de la custodia de los presos.
El protagonista de ese episodio, que dejó molesto a más de un jefe policial, fue identificado como Exequiel Carrizo, de 24 años. Había sido detenido, sospechado de haber cometido un robo con la modalidad del arrebato (bastante frecuente en las calles provinciales), y quedó preso en la seccional 34ta porque el delito que le atribuyen se cometió en la zona en la que esa sede policial tiene jurisdicción.
En principio, en la Policía intentaron que el hecho no trascendiera, mucho menos públicamente. De todos modos se supo que la fuga de Carrizo se descubrió ante una mirada de rutina al calabozo en el que estaba alojado. Y en el acto se armó un urgente operativo para localizarlo, sin darle aviso del hecho al juzgado en turno, como ordena la ley. Por eso fue que cuando la novedad aterrizó en el juzgado de la jueza Parra, recién ayer, la molestia por la situación también levantó temperatura en la sede judicial.

