Rumania sorprendió y le ganó 3-0 a Ucrania este lunes en el marco de la fase de grupos de la Eurocopa 2024. Los dirigidos por Edward Iordănescu se impusieron por un tremendo golazo de Stanciu, uno de los mejores en lo que va de la competencia, otro de Marin y el tercero de Dragus. El debut en Alemania resultó una pesadilla para Andriy Lunin, deslumbrante en la Champions League con el Real Madrid, irreconocible en la Eurocopa, con dos errores impropios de su nivel que desataron la vorágine con la que Rumanía doblegó a Ucrania de forma contundente.
No era simplemente un partido ni es sólo una Eurocopa, la cuarta consecutiva, para la selección de Ucrania, enfundada en su bandera, expresiva y reivindicativa frente a la invasión Rusia antes del encuentro. Por eso, la derrota dimensiona la frustración de un grupo clasificado a última hora para la competencia europea, pero con una generación de jugadores preparada para mucho más de lo que ofreció en su puesta en escena en Múnich.
La derrota deja expuesto a Lunin. Su gesto de frustración, expresivo, delató la mala tarde del arquero, pero no sólo fue estrictamente suya. También de sus compañeros en la defensa, sin atender a lo mínimo indispensable, por ejemplo, en el tercer tanto que lo sentenció todo antes de la hora del partido. Y de los atacantes. Ni Dovbyk, ni Tysganovic, ni Mudryk, entre otros, alcanzaron la altura que describen sus cualidades en el momento determinante.
Y su técnico, Rebrov, nunca logró la fórmula para oponerse al acertado plan de Iordanescu. Sí lo hizo Rumanía, que no ganaba en la Eurocopa desde el año 2000 (de hecho era su única victoria, por 2-3 ante Inglaterra).
Los rumanos siempre supieron cómo contrarrestar a su rival. También como ponerlo en jaque en ataque. Desde el principio aplacó el ánimo de Ucrania. La esperó, la contuvo y la ganó terreno instante a instante. La controló y provocó sus errores. Al primero más visible, lo aprovechó. El lío lo inició Zabarnyi. Su cesión atrás, con una presión tan encima, no fue una buena idea. La calma con la que se lo tomó aún peor. El fallo, completo, fue de Lunin: despejó de muy mala manera. Su defectuoso derechazo cayó en los pies de Denis Man, que lo cedió de inmediato a Stanciu. Su golpeo fue extraordinario. Por ejecución, potencia, precisión, sorpresa y resolución. Un golazo desde fuera del área, diagonal, a la escuadra, una parábola imposible para el arquero del Real Madrid, víctima del error precedente. Porque el tiro era imparable.
No lo fue el segundo gol. En un contragolpe, ya en el segundo tiempo, la pelota le quedó a Razvan Marin, que conectó un tiro más que atrapable para Lunin. Debía haber sido suyo. No debía haber sido gol. No lo alcanzó el arquero ucraniano, rostro serio, apesadumbrado, demasiado inseguro. Entre ambos goles, su anticipación en un saque de esquina pudo ser otra concesión. El córner directo de Stanciu pegó en el travesaño.
Tuvo mérito Rumanía para ganarlo, más allá de los fallos ajenos. Tsygankov o Mudryk, el equipo rumano trazó un plan táctico, de ayudas, orden y rigurosidad, del que resultó ganador en todo el encuentro. De principio a fin.
El 3-0, incluso aún antes de la hora de partido, con el desborde sencillo del extremo Man -de los mejores, sino el mejor, del encuentro, con participación en cada uno de los goles- y el remate dentro del área pequeña, solo, sin oposición de Dragus, fue la confirmación absoluta de todo lo que se veía sobre el terreno, sin una sola ocasión de verdad de Ucrania, contra las cuerdas en el grupo E, devorada por la exigencia de la Eurocopa y dos fallos de Lunin.