Inglaterra le ganó 5-3 a Suiza por penales en el Merkur Spiel-Arena de Düsseldorf y se convirtió en el tercer semifinalista de la Eurocopa 2024, tras los goles de Breel Embolo y Bukayo Saka en los 90 minutos. Ahora, el combinado de Gareth Southgate, que afrontó su segundo alargue consecutivo, jugará el próximo miércoles contra el ganador de Países Bajos-Turquía en Dortmund.
Inglaterra demostró que su ambición rebasa sus miedos y ahora está entre las mejores cuatro selecciones del Viejo Continente, aunque no es favorito ante nadie. Otro ejercicio de supervivencia, agonía y temores de un equipo que apuntó de nuevo al fiasco, se levantó de repente, subsistió en la prórroga y sonrió, aliviado, eufórico, cuando se sintió con el boleto en su poder.
Su único remate del primer tiempo fue un despropósito. Ni siquiera debió contar como ocasión. No lo fue. No hubo ninguna. Ni para Suiza, que tampoco transmitió en su puesta en escena. De apariencia atrevida inicialmente, como en otras ocasiones en este torneo, fue precavida realmente, a la espera de acontecimientos mientras el tiempo corría y sus contados ataques rozaban la irrelevancia.
Ni una sola parada de Jordan Pickford ni una tampoco de Yann Sommer, entre bostezos en la grada, en todo el primer acto. Southgate prometió al principio, se diluyó después. La afición inglesa invocaba a ‘Hey Jude’ como a la lluvia en la sequía. A una aparición del futbolista de Real Madrid, quizá con la memoria tan reciente de aquella chilena al límite ante Eslovaquia, que salvó a Inglaterra del naufragio. No de la deriva por la que también siguió su titubeante recorrido por la Eurocopa 2024 este sábado, expuesta ante Suiza.
Porque en cuanto el conjunto helvético se liberó de sus temores del primer tiempo, visto lo visto de Inglaterra, y se propuso dar un paso más descubrió aún más todos los miedos de su rival. Un equipo empequeñecido en torno a su área, expectante, encomendado al contraataque, a una individualidad, se llame Bellingham, Phil Foden o Harry Kane. Su único anhelo.
Mientras intervino Pickford atento, sin una parada de verdad, a la agitación de Embolo en sendas inquietudes dentro del área inglesa, su equipo jugaba sin alma, pero también sin la preparación ni los mecanismos suficientes para tener otro plan que esperar cualquier error, cualquier individualidad, cualquier golpe del destino que lo enviara de pronto a semifinales.
Tentada la suerte tantas veces, su esfuerzo es lo único que está a la altura del nivel de aspirante a la Eurocopa que pone en su cartel desde que aterrizó en Alemania. Y, cuando se juega tan al límite, sin nada que ofrecer, pasó lo que le pasó a Inglaterra. Un nuevo ataque de Suiza, uno de tantos otros en el segundo tiempo, terminó adentro del área con el centro de Dan Ndoye, el despeje fallido de John Stones y el oportuno remate de Embolo para decirle a Inglaterra y Southgate que su ciclo está agotado. Ya lo estaba desde hace tiempo.
Con el 0-1, inmediatamente después, sí hizo cambios el DT. Quitó a Kieran Trippier, a Kobbie Mainoo y Ezri Konsa, entre la inaudita zozobra de Inglaterra, que, por otro lado, tiene fortuna. Es indiscutible. También calidad. En esa combinación, de pronto, Saka, quien lo había hecho casi todo mal en ataque, se sacó un tiro con la izquierda junto al poste de Sommer, quien solo observó el empate, sin respuesta, para forzar una prórroga que, antes, no mereció.
Por fin, allá por el minuto 96, ya en el tiempo extra, Inglaterra provocó una parada de Sommer, con un derechazo desde 30 metros de Declan Rice. Como cuando vislumbró de nuevo su caída, fue un rato el equipo que no soporta perder más que el que se conforma con empatar, rumbo a la tanda de penales decisiva, con el susto de un córner directo de Xherdan Shaqiri al palo. Y, por fin, venció. Otra vez, al límite.