Sabía que ese domingo sería un día distinto. El que había imaginado en muchos momentos de sus 22 años. Los que empezaron a corporizarse en su mente infantil cuando corriendo cubría de ida y vuelta los cinco kilómetros que separaban su casa en La Puntilla, departamento San Martín, hasta la escuela Lavalle de Caucete a la que asistía con sus hermanas menores Marisa y Eva quienes también practicaron atletismo, pero no llegaron al nivel en el que ella estaba, pensando en participar en los Juegos Olímpicos de Atlanta "96.
Hizo lo de siempre, preparó el bolso, lo revisó y constató que no faltaba nada. Un nuevo elemento la acompañaría ese domingo en Manaos, capital del Estado de Amazonas, Brasil; la medalla de bronce que había ganado el día anterior en los 800 metros. Marta Orellana, sanjuanina de pura cepa, hacía tres años que había decidido radicarse en Buenos Aires para seguir creciendo en un deporte que adoptó sin saberlo. Cuando se aburrió de caminar tantas cuadras para aprender los primeros palotes de la instrucción pública y empezó a trotar. En esos instantes transitando por algunas calles de ripio mientras los "pájaro bobos" que crecen y se multiplican en la banquina acariciaban sus piernas y también alguna traicionera espina la raspaba sin piedad, comenzó a generar en su cuerpo una capacidad aeróbica similar a la que tienen, también casi por naturaleza, los grandes atletas keniatas.
En 1992 fue tricampeona nacional juvenil en 21K, Cross y 10.000 metros.
Miró la fecha nuevamente porque quería que quedara grabada en sus retinas 28 de mayo de 1995. Era el día en que intentaría lograr lo que ningún atleta de su provincia alcanzó en el alto rendimiento. Ganar el campeonato sudamericano de los 1.500 metros.
"La Negra" como le decían cariñosa y admirativamente los sanjuaninos había arrasado en 1992 con los títulos nacionales de carreras de medio fondo. Campeona de los 21 en kilómetros en Santa Rosa, La Pampa, título al que sumó ese mismo año los de 10 kilómetros pedestres y cross country. Tenía ya en su poder varios títulos argentinos en los 800 y 1.500 metros, pruebas elegidas por los entrenadores de la Selección argentina para sacar el máximo reto a sus piernas largas y su corazón enorme. Le faltaba la consagración continental porque en el Panamericano de Mar del Plata, realizados en marzo de ese mismo año, había quedado en el umbral del podio en los 800 metros. Haber tenido el bronce al alcance de la mano y no poder asirlo fue una frustración a medias porque la marca conseguida (2m02s88/100) fue récord nacional y le permitió ganarse un lugar en la cita olímpica aunque se le exigía que debía ratificarla, igualándola, bajándola o acercándose a ella, en algún torneo internacional más cercano a los Juegos.
Ese 28 de mayo el conservador José María Aznar, del Partido Popular, ganaba las elecciones en España y un devastador terremoto en Neftegorsk, población petrolera rusa, se llevaba la vida de 2.000 personas. También ese día de 1995 Boca goleaba 5 a 0 Independiente con tres goles de Walter Pico, uno de McAllister y otro de Manteca Martínez, para acercarse a tres puntos del líder San Lorenzo cuando restaban cuatro fechas del Torneo Clausura.
Su marca de 2m02s88 en los 800 m es récord nacional desde 1995.
Marta que había sentido los efectos del calor húmedo el día anterior por lo que había logrado una marca lejana de su récord en la prueba de las dos vueltas a la cancha del estadio, tenía en mente una estrategia fríamente calculada con sus técnicos Jorge Azorey y Rodolfo Barizza: correr cerca de la cabeza de la carrera pero no hacer el gasto.
Los tres sabían que llegando a los 200 metros finales en el pelotón de arriba se incrementaban sus chances de victoria. Cuando entraron a los 400 metros de la última vuelta el estadio explotó alentando a la brasileña que había encabezado siempre las acciones pero con sus ataques no pude desprenderse de la chilena Nélida Vivas y de esa argentina flaca y fibrosa que les respiraba en la nuca. Faltando 200 metros la lucha era entre la trasandina y Orellana que no se despegaba de su espalda, dejando el último codo Orellana pegó el zarpazo. Sus trancos largos como los que daba sorteando espinas y piedras en su San Martín natal, cercenaron de cuajo las expectativas de la chilena que resignada vio como su rival argentina le sacaba casi nueve segundos en poco menos de una cuadra y cruzaba la meta con los brazos en alto y mirando el cielo, mientras agradecía a Dios y a la Difunta Correa porque, como en muchos momentos de su vida, la habían ayudado a lograr su objetivo. Hoy, a 25 años de esa epopeya, Marta que vive en Las Chacritas, trabaja en Villa Krause y añora pasar los próximos años de su vida en San Martín, la recuerda con una tímida sonrisa.
> Marta, en tres piques
- "Mis tíos Oscar, que falleció hace un mes y no pude despedir por la cuarentena, y Chela fueron muy importantes para mí. Me alojaron en su casa de Palermo Viejo, cerca del Cenard para que yo pudiera desarrollar mi campaña".
- "Hoy el único contacto que tengo con el deporte es mi trabajo en MartSport, me encantaría hacer algo relacionado con el atletismo para volcar mi experiencia a los chicos y chicas que quieran realizar sus sueños en las competencias pedestres".
- "Nunca tuve cábalas, no creo en ellas, pero siempre que iba a largar me persignaba, decía una oración y me ponía en manos de Dios y la Difunta Correa, soy muy creyente y nunca me fallaron me cuidaron de sufrir lesiones importantes".