Tenía 15 años. Ya era la joya que emergía en ese mar de ilusiones llamado "La Masia", en Cataluña. Y en una entrevista televisiva, con su timidez elevada a la enésima potencia, hablaba de su espejo futbolístico. De su ídolo. Mirando el suelo y con frases cortas tiraba para la inmortalidad: "Toca rápido, recibe rápido, antes de recibir sabe lo que tiene que hacer. Es impresionante la velocidad que tiene, cómo distribuye el juego, las bochas (balones) que mete. Creo que cada uno es diferente. Pero tengo el estilo de Aimar". Estas cuatro oraciones es de un tal Lionel Messi, el mejor jugador del planeta y quien vivió de cerca la etapa de gloria del cordobés en el Valencia. Ese Pablo, eternamente Pablito, se dio el gusto de volver a usar la camiseta de River el domingo luego de poco más de 14 años para convertirse en "El personaje del fin de semana". Voló con 21 años al Viejo Continente y anteayer emocionó a todos, los hinchas de la Banda y los que adoran el buen fútbol, con esos 15 minutos de un jugador distinto. De uno de los pocos que aún andan por las canchas de la generación de según él su mejor amigo en el mundo de la número cinco: Román Riquelme.

Ya es un adulto, formó una familia con cuatro hijos, aunque siempre será "Pablito". Ese grito atronó en el Monumental el domingo cuando Marcelo Gallardo lo mandó a la cancha. Con la 35 en la espalda (su edad actual y el número que usó cuando arrancó en el Valencia) entró por Leo Pisculichi. Dejó atrás 405 días de ausencia en una campo de juego, su lugar en el mundo. Quedaba en el pasado la experiencia en el ignoto Johor Darul Tazim FC de Malasia. No se martirizaría más con ese tobillo derecho que puso en jaque su vuelta a River, con tres operaciones mediante. La más reciente fue el 12 de febrero pasado y los rumores sobre un retiro arreciaron en aquel crudo momento. El motivo de pasar otra vez por el quirófano tenía que ver con que padecía una molestia conocida como entesopatía aquiliana, que le provocaba severos dolores en su tobillo, derivado de otra operación que se hizo en un sobrehueso en el pie derecho en junio último.

El cordobés volvió a jugar en la Banda ante el club, Rosario Central, con el que gritó su primer gol profesional el 20 de febrero de 1998. Fueron 17 toques a su amiga de siempre, la pelota. Como crack que es, 16 de ellos fueron a los pies de sus compañeros. En el medio le regaló al público un caño al fornido central "canalla" Yeimar Gómez. A coro y tras esa sutileza, la gente deliró con el "Pablito, Pablito" por sexta vez en la tarde-noche (en total serían 11).

Flaco como de costumbre y ajeno a esos cuádriceps hipertrofiados de la mayoría de sus colegas, Aimar sigue siendo Aimar. Deberá tomar ritmo de juego, pero el fin de semana cumplió un sueño. "No quería contarle a mis hijos que jugué en River, quería que me vieran hacerlo", aseveró.

Mucho tuvo que ver en este regreso a su casa otro gran ídolo del club, Enzo Francescoli. Un llamado en enero del Príncipe al Payaso comenzó a abrir la esperanza. Luego, llegó el tiempo para que Aimar pidiera ponerse a punto desde lo físico y sin jamás dar una fecha certera para la vuelta. Un dato que marca su grandeza es que hasta ahora no cobró un solo peso de parte del club. Se suma al grupo en un momento clave, con la chance de jugar la semifinal de Libertadores luego del receso y a tres puntos de la cima en el certamen doméstico. Sabe que son sus últimos cartuchos como futbolista. Las últimas paredes, sutilezas, caños, magia, genialidades. A disfrutarlo. Al fin y al cabo, el Payaso nos volvió a hacer reir…