¡Qué manera de gritar! De gozar. De saltar. De sacar tanta tensión. Fue, lisa y llanamente, un completo desahogo. Es que el pasado reciente (derrota con Arabia Saudita) había quitado ese exitismo propio de quienes se sienten ganadores. Y con México los minutos pasaban irremediablemente y no se notaba una mejoría manifiesta. Todo se veía más difícil. El combo de sucesos negativos se hacía temible. El miedo y, para algunos, la bronca iba aflorando de a poco…
Pero bastó que el ídolo de todos los argentinos, un tal Lio Messi, clavara ese golazo para que la explosión de alegría sea interminable. Un gol al que todos gritamos con fuerza y olvidando lo que había pasado antes en las tierras de Qatar. Entonces se hizo como un volver a vivir. Creer de nuevo. Ilusionarse con que todavía se puede luchar con armas propias para ir mejorando a medida que vaya pasando el Mundial.
Contra México, Scaloni metió cinco cambios. Ahora tiene tres días para pensar en Polonia.
Y qué decir cuando el debutante Enzo Fernández se despachó con otro golazo para afirmar esa alegría y sentir una seguridad ganadora que parecía nunca iba a aparecer. Argentina 2 – México 0. Punto y aparte. Para que lo disfruten todos. Los argentinos que están allá en Qatar y para todos los que vieron y disfrutaron por la tele por estas tierras.
Y ahora a pensar en la otra piedra en el camino: Polonia. Con la misma obligación de ganarle para seguir con chances de luchar por lo máximo. Así como este grupo de jugadores no fue el peor cuando perdió tampoco es el mejor porque ganó. De nuevo vale el pensamiento: "Nunca hay que ganar un partido antes de jugarlo". Los de Scaloni ya lo saben porque lo sufrieron en el debut. Ahora tomarán sus recaudos.
Después del triunfo sobre los mexicanos el aspecto anímico se revitalizó. El futbolístico, sólo en parte. Es que el primer tiempo de ayer no mostró un cambio diametral con respecto al primer partido. La Selección de México apretó con fuerte presión en la marca. Y no se vieron muchas modificaciones en el equipo de Scaloni. Ni siquiera de actitud, que es lo que puede cambiar el rumbo de las cosas. Apretados en todos los sectores, los jugadores argentinos carecieron de ese "tic" vital para romper el cerrojo defensivo de los aztecas.
No se dieron ataques veloces por los costados. Tampoco paredes con precisión por el medio. Apenas tuvieron la iniciativa de buscar por las alturas, donde México generalmente se mostró firme.
¿Qué pasó en el segundo tiempo para que la situación cambiara? Dos temas vitales: el primero, que el técnico argentino le "pegó" en las variantes (especialmente cuando ordenó el ingreso de Enzo Fernández) y la variante en ataque de Álvarez por Lautaro Martínez. Y el segundo porque México se "murió" físicamente después de tanto desgaste por esa presión ejercida en la marca sobre Argentina.
Y esto último, al refugiarse del medio para atrás, fue casi un suicidio para los del "Tata" Martino, por la simple razón de que el equipo argentino tiene variantes para romper ese tipo de defensa cerrada que regala demasiado terreno. Tanto que dos disparos rompieron el tablero para dejar a la Argentina como ganadora. Primero Messi y después el pibe Fernández. Dos golazos para volver a creer en este sueño que largó a mil, se bajó a números pequeños pero que ahora vuelve a subir a medida que se acerca la definición.
Polonia será otro rival peligroso. Que hará que el equipo argentino se esfuerce al máximo. Pero ya es otra cosa. Con un semblante distinto al que quedó luego de perder con los árabes. Habrá que depositar toda la confianza en estos muchachos y seguir soñando. Al fin y al cabo de sueños se vive…