El ciclismo es a San Juan, lo que puede ser el boxeo a México o el béisbol a otros países centroamericanos. Es una pasión que se extiende en todo el ámbito provincial y una de las razones que puedan esgrimirse para encontrar una explicación; algo que para quienes no son aficionados a esta disciplina puede parecer una nimiedad; es que en cada rincón hay un ciclista representando a su barrio, villa o ciudad. En síntesis, cada pueblo tiene su crédito y eso produce un fermento que domingo a domingo copa las banquinas. Ayer, Sarmiento, vivió la fiesta de recibir a toda la troupe ciclista. Disfrutó mirando y alentando a los integrantes del pelotón que les regalaron con su esfuerzo un espectáculo único. Pero, además, contó con sus momentos de gloria máxima cuando un corredor de su tierra, como Rodrigo Mieres (Fundación Birerboll) se regalo, y les regaló a sus vecinos la victoria en una pasada especial que otorgaba un suculento premio.
Ese triunfo que puede parecer “chiquito” para muchos, tiene un valor inmenso para un selecto grupo de personas que sienten propia esa “mojada de oreja” a los grandes del pelotón. La alegría que compartieron ayer los sarmientos, especialmente en la zona de Los Berros, La Cienaga y Divisadero, es similar a la que disfrutan los vecinos de La Rinconada o todo Pocito, cuando el Turco Julio o algún ciclista de la familia Tivani gana un sprint intermedio cerca de su casa.
Ayer, la lluvia y el viento, como en la canción del “Viejo Matías” fueron dos hermanos que furiosamente castigaban las humanidades de los ciclistas y de quienes los auxiliaban. Ellos cumplían una función en la carrera lo que explica su exposición. Los aficionados, solo por el hecho de disfrutar ni se inmutaron.
