Terminaron de jugar muy tarde. Apenas pasadas las 21. Pero esa hora, acá, dificulta todo. Cuando llegaron de vuelta al hotel, los pibes argentinos del Sub-20 se fueron de inmediato al comedor principal del hotel. Les dijeron que ya había cerrado. Que debían bajar al comedor secundario. Cuando parecía que iban a entrar a éste último les aclararon que ya no había comida.
Estaba claro que ningún argentino sabía que en el hotel había caído una inspección del organismo que regula a los trabajadores en general y que obliga a que ellos no realicen sus tareas más allá de las 21. El grupo salió a la calle. A buscar un lugar donde cenar. Todo cerrado, porque a las 22 es la hora límite que salgan los que están consumiendo algo. Por suerte encontraron un lugar -Oasis- donde sí los atendieron. Con apetito a flor de piel, comieron pizzas. De cuatro quesos y otras condimentadas con salames. Un manjar que Hugo, el dirigente encargado del grupo, se encargó de pagar. Se fueron felices. Tanto, que en el par de cuadras que quedaba el hotel, saltaron y cantaron.