Cuando un equipo encuentra su identidad, es un paso adelante. San Martín ya sabe a qué juega, cómo juega y con quién lo juega. Esa debería ser la lectura optimista del empate con sabor a poco que le dejó el 0-0 contra Colón de Santa Fe. El respeto por una idea donde se resigna potencia por movilidad, donde todos trabajan en vocación ofensiva y donde, siempre, la pelota tiene el trato que se merece, sin pelotazos, con rotación y velocidad. Los laterales son clave como Villarroel y Montagna, pero claro al desgaste que hace Dening, le está faltando el gol. Ese es el déficit que hoy conspira contra la saludable vocación futbolística de este San Martín que tuvo contra las cuerdas a un Colón bien parado en algún momento del partido pero al que finalmente terminó llevándoselo por delante jugando. Ese es el punto positivo.
Pero claro, está la otra cara y es la que duele porque este San Martín no puede ganar todavía en la temporada y para ganar, los goles son elementales y este Verdinegro no tiene gol. Una falencia que destiñe todo lo bueno que genera a partir de salir siempre con la pelota a ras del piso, con las diagonales de los dos marcadores laterales como Capelli y Casierra que siempre se metieron como laterales volantes para darle aire a Villarroel y Montagna y para que Gelabert y Navarro tuvieran socios para la descarga corta. Todo bien hasta ahí. Perfecto, milimétrico y veloz pero claro, sin el gol, todo eso queda resumido a las buenas intenciones.
En el balance final de esta segunda presentación como local de San Martín en esta temporada queda para remarcar la irrenunciable idea de ser siempre protagonista. De jugar, jugar y jugar. De no tirar pelotazos, de no dividir la pelota jamás. Esa es la cara dulce de este San Martín que ya tiene identidad pero que arrastra el flaco poderío ofensivo para traducir todo lo que genera en los goles que ganan partidos. Contra Colón hizo todo para ganar, menos los goles. Nunca traicionó su estilo y eso no es poca cosa pero la necesidad de ganar ya empieza a apurar los tiempos. Será cuestión de mantener esa postura ambiciosa y ofensiva que invita a creer que este San Martín tiene identidad propia y lo que es mejor aún, todo el crédito abierto para ser más protagonista todavía.
