No importó si se conocían o no, pero los hinchas terminaron abrazados y a los gritos. Fueron gritos de desahogo y alegría, que liberaron la tensión de 90 minutos. El Teatro Municipal de repente estalló en festejos y nadie quedó sentado, los asistentes explotaron en un solo aliento y no faltaron las trompetas y papelitos arrojados al aire. Luego, las personas que estuvieron en el complejo se cruzaron a la Plaza 25 y entre los que llegaron de distintas partes se armó el baile alrededor de una murga, en la siesta más feliz. Fueron los festejos albicelestes de los sanjuaninos que estuvieron en el centro, tras la victoria de Argentina sobre Irán que le dio la clasificación a octavos de final del Mundial Brasil 2014.
El Teatro Municipal fue uno de los denominados Puntos de Aliento que el Gobierno nacional instaló en la provincia, para seguir el partido en pantalla gigante. El otro fue el espacio INCAA de UPCN, en el que también se reunieron los hinchas.
La capacidad del teatro estuvo colmada, con sus 440 butacas ocupadas y gente sentada en los pasillos y otras directamente de pie. Con el gol de Lio se desató la euforia y comenzaron a agitarse banderas, mientras que unas pelotas gigantes empezaron a saltar entre cientos de manos y manos agitadas. Algunos no aguantaron la emoción y se subieron al escenario, por lo que rápidamente tuvo que intervenir la Policía. Los últimos instantes del partido casi pasaron desapercibidos, porque la gente continuaba saltando y gritando. Con el pitazo final y en ordenado caos, los asistentes salieron del teatro y se cruzaron a la plaza.
CON LA MURGA
Las cámaras de TV fueron el objetivo buscado para seguir festejando, mientras que de diferentes puntos empezaron a llegar personas, vestidas de celeste y blanco, para compartir la alegría. Rápidamente aparecieron los autos en caravana, que no pudieron completar la tradicional vuelta a la plaza porque la calle Mitre estuvo cortada al tránsito, así que se extendió por Mendoza hasta General Paz.
Los chicos de la murga Los Fraternales del Oeste empezaron a bailar y la gente los rodeó, mientras aplaudía. Otros espectadores fueron más allá y se animaron a danzar entre los murgueros. La fiesta siguió de largo, entre cantos, picardías contra los brasileños, cornetazos y no faltaron incluso los petardos. La Plaza 25 de Mayo se vistió de celeste y blanco en un disfrute colectivo que sólo el fútbol puede generar.

