San Martín está en Primera División y punto. Cerrado, frontal. Simple. Todo lo que hizo y todo lo que se jugó en La Plata fue en una tarde mágica. Sólo comparable con aquella noche del 2007, cuando logró lo mismo. Desde principio hasta el fin. Desde el alma. Del corazón. Con todas sus fuerzas. Las que nacieron de sus jugadores. De sus dirigentes. De su gente. De los miles que estuvieron apoyando al equipo aquí, en La Plata, hasta los más que abrieron sus corazones hasta más no poder festejando la conquista allá en San Juan.

Gritaron todos ese gol de Penco cuando nacía el choque. Se reconfortaron con la gran actuación del equipo durante todo el partido. Se lamentaron por ese gol rival de un tiro que pegó en Zamponi y descolocó a Pocrjnic. Y se comieron las uñas hasta hacerlas desaparecer con ese final dramático.

Pero todo eso ya es historia. Y la gente del Pueblo Viejo la retendrá en sus retinas por generaciones. Lo incomparable fue todo lo que pasó ayer en el Bosque platense.

Los hinchas verdinegros ya estaban colgando sus banderas al mediodía. Después, los colectivos fueron llegando para ir formando esa muchedumbre sanjuanina que gritó siempre. El ómnibus con los jugadores llegó minutos después de la una. Se notaba tranquilidad. No se creían ganadores. Sólo se sentían fuertes para hacerle frente a lo que sea.

Y así pasó en la cancha cuando largó el partido. Por eso ese alarido impensado que llegó en el amanecer del choque dejó a todos extasiados de fuerzas. Adentro, los jugadores siguieron metiendo y metiendo como si no hubiese pasado nada. Y, afuera, los hinchas se duplicaron en gritos.

El Bosque quedó perplejo. Casi como entregado a un futuro inexorable. Las nubes que cerraban el cielo amenazaban cada vez más con explotar en lluvia. Como mezcladas con las lágrimas de los locales. Después, en la recta final, sorpresivamente aparecieron las esperanzas locales. Y la adrenalina sanjuanina tras el empate.

Pero llegó ese final imaginado y, con el objetivo cumplido, estalló la alegría sin límites. Entonces todo fue sanjuanino. Los locales se fueron bajando la cabeza. Educados ellos, sólo pudieron ser testigos de la gran actuación Verdinegra.

Para San Martín atrás quedó la gran campaña de todo el torneo de la B Nacional. Primero al mando del Flaco Darío Franco. Después con el Dany Garnero como técnico. Llegando, hasta la última fecha con esa esperanza que no se dio de llegar a Primera directamente. Dolió pero todos apretaron los dientes y terminaron jugando esta Promoción con Gimnasia de La Plata.

Es por eso que se entiende el salto final de todo el plantel en la intimidad del vestuario. Cantando, por ejemplo, "el Verde se va de la B, el verde se va de la B". O las lágrimas de su presidente Jorge Miadosqui. O la espera de más de una hora de todos los hinchas para que el plantel saliera a saludarlos. Algo que se lo impidieron pero que terminó en amor eterno antes de subir al colectivo. Cuando los jugadores se fueron hasta una explanada por detrás de la tribuna y saltaron y cantaron en comunión con sus hinchas.

El Verdinegro está otra vez en Primera División. De nuevo jugará con Boca, San Lorenzo, Independiente y muchos más. No estará River porque el destino le jugó otra pasada y raramente ocupará uno de los lugares que el equipo sanjuanino dejó vacante en la B Nacional.

No fue el esfuerzo de una tarde mágica solamente. Fue el esfuerzo de todo un torneo. Y la dedicación también. Además el premio a un grupo que supo bancársela y le dio firme para adelante en una categoría tan competitiva como la mejor del fútbol argentino.

Por eso ayer fue una epopeya. Pero mucho más allá de La Plata. De esa que salió desde el alma y el corazón. De esa que vale muchos más que millones de palabras. ¡Salud Verdinegro, otra vez estás en la elite del fútbol argentino!