Pasó Sudáfrica. Pasó el cachetazo de Alemania, el 0-4 que mandó de vuelta las ilusiones de Argentina y después de esa euforia desmedida, de ese creernos los mejores sin serlo y de volver con la frente marchita, el planteo está hecho: ¿se necesita un técnico o un seleccionador al frente de Argentina?
Diego, con toda su mística, demostró dotes de enorme motivador, de gran capacidad de convivencia con y dentro del grupo. Nada más. Quedó pendiente lo otro: la táctica, la estrategia. En esa, Maradona quedó en offside y lo sabe pero fiel a su enorme ego, no quiere dar el brazo a torcer en la puja que le plantearon sutilmente desde AFA diciéndole que habrá continuidad solo si -terrible condicionamiento- admite retoques en sus colaboradores. La idea de los popes afistas es meter en la médula del cuerpo técnico a un entrenador hecho y derecho que sea libro de consulta permanente para el imán motivador que tiene Diego Maradona. Los nombres sobran para tal candidatura pero hay que ver si el 10 quiere esa intromisión.
Con la calidad técnica individual que Argentina demostró tener de tres cuartos para adelante, el trabajo de un técnico fogueado sería darle soporte estratégico y táctico para tanto talento junto. Ese parece ser el desafío. Porque seleccionador es cualquiera. Si mirando las ligas del mundo, sobran argentinos como para convocar pero después viene lo otro: acomodarlos, ubicarlos como mejor rindan al esquema. Los nombres están. El recambio parece estar desde el fondo y hasta el medio. La hora de los Samuel, Demichelis, Heinze parece haber tocado su fin. Los Pareja, los Zabaleta, los Caruzo están empezando a pedir pista. Que los seleccionen es cuestión de tiempo. Resta ahora empezar a armar un equipo y para eso, hace falta un técnico. O no.
