El 16 de octubre de 1968 fue el día de esa protesta silenciosa contra la discriminación racial que se convirtió en un ícono del deporte y los derechos humanos. En los Juegos Olímpicos de México, el norteamericano Tommie Smith acababa de romper el récord mundial en los 200 metros llanos de atletismo y en el podio, junto a su compatriota John Carlos, bronce, decidió bajar la cabeza y levantar un puño enfundado en un guante negro, mientras sonaba el himno de su país, una reivindicación del "Black Power" (Poder Negro). Mañana se cumplen 42 años de ese acontecimiento histórico, que trae consigo un capítulo más a la historia. Smith, de 66 años, decidió subastar la medalla de oro y las zapatillas con las que corrió ese día. El precio de base es de 250.000 dólares y la fecha establecida será el 4 de noviembre, según publicó el diario San José Mercury News.
"Lo hace por dinero, pero no porque esté desesperado. Si alguien desea pagar ese precio, la venderá", apuntó Gary Zimet, responsable de la casa de subastas de Nueva York, M.I.T. Memorabilia, donde se efectúa la operación, y único vocero autorizado a hablar del tema ya que Smith no quiere hablar con los medios sobre el tema. "Cree que lo que hizo arruinó su vida de muchas maneras, y simplemente no quiere convertirse en un centro de atracción para los medios", agregó Zimet.
Tommie Smith fue el séptimo de 12 hijos de una pareja de cosechadores de algodón. Creció en la pobreza extrema y por sus cualidades atléticas fue captado por la Universidad San José State, donde estudió sociología y era profesor de esa carrera Harry Edwards, ideólogo del movimiento Black Power.
Cuatro meses antes de la carrera en México fue asesinado Martin Luther King, líder pacifista contra la discriminación racial, y si bien Smith como Carlos no eran activistas políticos, habían sentido el impacto de la noticia. El 16 de octubre, Smith no sólo venció a Carlos, sino que fue el primer atleta en romper la barrera de los 20 segundos en los 200 metros. Aunque la carrera pasó a ser una anécdota por lo que sucedió luego en la ceremonia de premiación.
"Tuve miedo que en ese momento me estuviera apuntando alguien con un rifle", admitió mucho tiempo después Smith. Igual le esperaba algo terrible. El presidente del Comité Olímpico de EEUU en ese entonces, Avery Brundage, era un abierto apologista al nazismo y al apartheid en Sudáfrica. Presionó hasta que los dos atletas fueros expulsados de la Villa Olímpica primero, y luego del equipo nacional de atletismo. Un sector de la prensa los vinculó con el grupo radical "Panteras Negras", cuando ellos apenas integraban un movimiento de deportistas negros que se sentían discriminados. La esposa de Smith no soportó la constante serie de amenazas de muerte para la familia y se separó. La de Carlos, en 1977, se suicidó.
Sin lugar en el atletismo, los dos medallistas olímpicos se dedicaron al fútbol americano profesional. Siguieron con sus vidas y Smith terminó su carrera de sociología para ser profesor. Carlos se convirtió en entrenador y participó del comité organizador de los Juegos de Los Angeles en 1984.
Hoy Smith, que vive en Georgia, un estado de EEUU que se vio azotado en los años de la lucha de la discriminación, tomó la decisión de vender al mejor postor la medalla y las zapatillas de aquella histórica carrera. "Por supuesto que la medalla es importante para él, pero es más importante el recuerdo de ganar la carrera", fue la explicación del subastador. Smith, que lo dijo todo en aquel gesto, hoy se cubre en el silencio.

