La superioridad demostrada por Christopher Froome para ganar su segundo Tour de Francia fue uno de los motivos por los que el legítimo ganador de la edición 102 de la ronda gala fue objeto de insultos, agresiones y abucheos durante gran parte de la carrera.
El ciclista nacido en Kenia, criado en Inglaterra ofrece la imagen de un pedalero demasiado robotizado, programado para ganar, alejado del referente que busca el público, de la épica que persigue el ciclismo, del sufrimiento y la emoción.
Su pedaleo desgarbado, sus ojos mirando el monitor de su manillar, la práctica ausencia de gestos sobre la bicicleta, han convertido a Froome en un ciclista frío, un arquetipo que el británico se esfuerza en combatir.
En la 14ta etapa el ganador del Tour debió soportar que le arrojaran orina en la cara y le gritaran “dopado”. Después, Froome fue escupido y abucheado.
“Es desolador, no lo merecemos. Trabajamos duro para llegar donde estamos”, confió.
Froome no es un ciclista clásico. Sus orígenes son del mountain bike, recién tomó contacto con la ruta, cuando estuvo en un internado en Sudáfrica. En las noches solitarias de su habitación descubrió el Tour y quedó atrapado por su leyenda, por el público que abarrotaba las cunetas y aclamaba a los campeones.
Fue ahí, confiesa ahora, cuando decidió que un día quería vivir en sus carnes esa sensación. Así comenzó su carrera, que se hizo profesional en el Barloworld, donde pronto vieron sus condiciones excepcionales.
Mermado por un virus del que se contagió en África, el ciclista tuvo que seguir un tratamiento particular que todavía continúa actualmente, pero que a partir de 2011 no le limita físicamente.
Fue ese año cuando dio el gran salto en la Vuelta a España, donde acudió como gregario de lujo de su compatriota Bradley Wiggins, pero acabó mostrando una mayor fortaleza que su jefe de filas. Segundo en el podio. fue en ese momento cuando se dio cuenta que tenía condiciones para ganar una gran vuelta.
Pero aun tuvo que esperar para dar el gran salto. En el Tour de 2012 también estuvo enrolado a la sombra de Wiggins, programado para ganar. Froome tuvo que frenarse para no desbancar a su líder. Desde el segundo escalón del podium, el británico nacido en Kenia ya atisbaba que el Tour sería suyo.
Lo fue al año siguiente, cuando lo dominó con mano de hierro.
En 2014 una sucesión de caídas le impidieron renovar el título pese a que era el principal favorito. Este año regresó para ganar y triunfó. Aunque no saboreó el aplauso del público que había conocido en aquel internado de Sudáfrica.

