“Yo llegué a tener el cinturón de oro y plata, lo máximo a lo que un boxeador puede aspirar, pero si hago marcha atrás en mi vida, volveré a ser el pibe que un día llegó al Luna Park para entrenar con Santos Zacarías, y si sigo en retroceso, llegaré al rancho de barro y paja donde crecí con mis padres. No tengo motivo de agrandarme. Sigo siendo el mismo de siempre, la mayor enseñanza que me dejaron mis viejos fue la educación y la integridad”, esto confesó Juan Martín ‘Látigo‘ Coggi, cuando se le hizo notar que algo habrá hecho para ser tan querido por la gente.
“Hace 32 años que vivo con la misma mujer y en la misma casa que cuando me casé. Soy feliz allí con mi familia y mis vecinos de toda la vida”, explicó este hombre nacido en Fighera, Santa Fe, que fue tres veces campeón mundial de boxeo y que desde hace, casi un par de años, está integrado al equipo del promotor Mario Arano.
Dentro de su extensa campaña profesional, figura una pelea realizada en San Juan. Fue una desapacible tarde del 11 de noviembre de 1984 (“Que frío hacía”, recuerda), cuando venció por puntos en diez rounds a Marcelo Villagra. Por entonces, Coggi, era un promisorio valor invicto en 21 peleas.
“Antenoche fue al club donde se hizo esa pelea (NdR: El Mocoroa), que lindo recuerdo. Estuve como dos semanas en San Juan, ¿te acordás? Íbamos a pelear un viernes y se suspendió porque llovía, el sábado no se hizo porque pelearon unos pesos pesados y no iba a ir gente, al final terminamos peleando el domingo siguiente. No me olvido nunca, nos cantamos de frío”, afirmó sonriendo.
Requerido por todos, no rehuyó a ninguna foto y ningún micrófono, atendió a todo el mundo. “Me doy cuenta que mucha gente recuerda aquellas peleas mías”, contó. “Me han pasado cosas increíbles, una vez en Corrientes, apareció un paisano vestido con todas sus galas, con cinturón de monedas de oro y plata y un facón. Se acercó, me dijo ’disculpe, lo puedo saludar’ y me extendió la mano. Ahí nomás me pidió un abrazo y una foto. Después, muy educado se despidió. Yo le dije que se quede a ver la pelea de fondo y me contestó que no que al otro día tenía que ir a atender su tambo y que debía hacer un viaje de diez leguas a caballo”.
Al ir recordando esos momentos, sus ojos adquirieron el brillo de la emoción. “Te cuento otra. Un día estaba en un lugar y se me acerca otro paisano y me dice -’Coggi las veces que me habré quedado sin luz’- yo me le pregunté sorprendido ¿por qué? Y me contó que en su casa tenía energía a batería y que la semana previa a mis peleas iluminaba a su familia con candil para tener electricidad para ver mis combates. Esas cosas son impagables”, afirmó.
Contó que, gracias a sus inversiones en compra de tierras, puede vivir bien, que el único que logró vencerlo fue la economía de este país. Intenté algunos negocios, uno que tenía casi terminado, que era un criadero de pollos, no pude concretarlo por el efecto Tequila que nos arrastró a todos. Otro, después con una flota de camiones, empezó bien, pero cuando empecé a invertir, vino el uno por uno, que fue ficticio y las ruedas y otros elementos se fueron a las nubes. Y después, el corralito. Por suerte tuve gente que me aconsejó bien y me quedaron algunos terrenos", afirmó.
Si algo se adjudica, sin falsa modestia, es ser el primer boxeador en incluir a su familia en los espectáculos. "Yo donde peleaba iba con mi mujer y los chicos. Todos conocían a Martín (su hijo que, actualmente, es boxeador) y mucha gente me demostraba su cariño regalándome estampitas, de la Virgen, de San Expedito, de muchos santos y me decían, "vos sos el del pibe rubio, cuidate mucho", por todo eso, amplió: "Como me voy a agrandar, yo soy el mismo de siempre. A donde voy me encanta conversar con la gente, tomar mate, compartir un asado", dijo este campeón de la vida…

