Buenos Aires.- El protagonista de la historia no recuerda ni el mes ni el día que marcó su vida para siempre. Sabe que tenía 13 años y que dormía como un tronco cuando su papá lo despertó ante la llegada de un desconocido. Eran las 2 de la mañana y un señor que se identificó bajo el nombre de Marcelo Bielsa se presentó en la casa de los Pochettino para comprobar lo que había escuchado durante su recorrida por los pueblos santafesinos: allí vivía un futuro crack. La anécdota, una leyenda urbana en las calles de Rosario, la confirmó tiempo atrás el propio Mauricio, en una de las pocas entrevistas que concedió este año. Le confío al diario El Mundo de España:
‘Marcelo Bielsa era entonces la mano derecha de Jorge Griffa, director de la academia de Newell’s Old Boys. Buscaban jugadores de toda Argentina y vinieron a hacer unas pruebas a un pueblo cercano al mío, pero yo no pude ir porque estudiaba. Un entrenador que me conocía les dijo: ‘El mejor jugador de la zona no vino, está en Murphy, un pueblo muy pequeño’. Agarraron el coche y se presentaron en el pueblo preguntando por la casa de Pochettino. Golpearon la puerta a las 2 de la mañana, un lunes en pleno invierno, hacía mucho frío. Mi madre al principio no quería abrir, al final abrió mi padre y les invitó a un café.
Preguntaron si podían ver al niño. Mi padre los llevó hasta mi habitación, yo estaba durmiendo y Bielsa preguntó ‘¿Le puedo ver las piernas?’. Mis padres me destaparon y Bielsa soltó: ‘¡Qué piernas de futbolista!’. Así empezó nuestra relación. Tenía 13 años, con 14 me ficharon y a los 17 debuté en Primera’. Bielsa no se equivocó. Esas piernas eran de un futuro futbolista. Dos años después de su debut, a los 19, gritó campeón por primera vez. Fue en la cancha de Boca, nada menos. Al año siguiente, repitió la gesta en el torneo local. No así en la Libertadores, donde se quedó junto a sus compañeros de aquel histórico equipo de Newell’s en las puertas de la gloria.
A los 22 años cruzó el océano. Recaló en Barcelona, en el Espanyol, otro club que marcó su vida. Lo apodaron el ‘Sheriff de Murphy’. El idilio fue mutuo. Ningún extranjero disputó más partidos que él con esa camiseta (301). Entre su primera y su segunda etapa en la ciudad de Dalí y Gaudí, jugó en Paris Saint-Germain y en Girondins de Burdeos. En ese período sufrió el traspié más duro de toda su carrera: la temprana eliminación en 2002 con la camiseta de Argentina en el Mundial de Corea y Japón, en la Selección que dirigía Bielsa.
Colgó los botines y se propuso aprender el oficio de entrenador. Empezó bien de abajo. Obtuvo el carnet de DT en el año 2008 e hizo sus prácticas como tercer entrenador del equipo femenino del Espanyol. Sentado en el banco de suplentes redactó su propio manual de estilo. “El que no me conoce seguramente dirá que soy bielsista, porque Bielsa me ha dirigido muchos años y tengo muchos rasgos de él. Pero no creo ser un entrenador con la formación de la línea de Marcelo’, aclaró en varias oportunidades sobre sus diferencias conceptuales con el técnico que lo formó como jugador.
En 2009 lo llamó el presidente del Espanyol para que se hiciera cargo del primer equipo. Tomó el timón en puestos de descenso. Sacó 32 puntos en 19 partidos y dejó al elenco catalán en Primera. Estuvo tres años en Montjuïc. En 2013 arrancó su etapa en el fútbol ingles. Primero en el Southampton y luego en el Tottenham Hotspur, donde está haciendo historia. Está en la tercera posición con el plantel más joven de toda la liga.
¿Cuáles son sus secretos? Difícil saberlos. No le gustan las entrevistas. ‘No creo que sea un producto que deba venderme, trato de evitarlo”, dijo en la última nota que dio a un medio argentino. Fue en febrero de este año, a El Gráfico. En esa charla, Pochettino sentó jurisprudencia sobre su futuro. ‘Sólo dirigiría a un equipo en Argentina. A Newell’s. Y a la Selección, por supuesto. Si me buscan Boca o River, contesto que no”.
Fuente: Clarín
