El Superclásico del fútbol argentino es especial desde cualquier óptica. Desde la de los hinchas, jugadores, sponsors, dirigentes. Pero este que se viene para el próximo domingo es determinante para ambos entrenadores. Para Carlos Bianchi. Y también para Ramón Díaz. Simplemente porque tienen urgencias de mejorar, de demostrar que no por algo llegaron a ser los entrenadores más ganadores de Boca y River. Ratificar que sus argumentos y estilos de juego, todavía están vigentes, buscando que sean inoxidables porque de lo contrario al final de la temporada su futuro, entiéndase continuidad y nuevos desafíos, quedarán en la nada si el domingo se les escapa el superclásico.
Ni el Virrey, Ni Ramón, tienen el futuro asegurado, pero si condicionado. El presente no es alentador, pero ganarle a su clásico rival cambia todo en un abrir y cerrar de ojos. Un contrato puede extenderse con sólo superar a sus primos sin importar cómo ni cuánto se ganó. Simplemente la victoria alcanza. Todo, absolutamente todo, a la inversa si se pierde, porque es allí donde aparecen los cuestionamientos y por ES-qué utilizó tal jugador o el sistema que empleó.
Es tan simple de explicar, como complicado de entender. Hasta podría catalogarse de injusto. Pero la historia manda. Esa misma historia que se dejará de lado el domingo. Acá sólo sirve el presente para poder, luego, analizar el futuro. Pero sin triunfo, no habrá futuro.
River lleva diez años sin ganar en la Bombonera. La última vez que lo hizo, con un gol de Fernando Cavenaghi, fue campeón, en 2004. Y también arrastra nueve partidos sin ganar como visitante entre este torneo y el anterior, con cinco empates y cuatro derrotas. Y eso para su gente se puede borrar con sólo gritar más goles que Boca en la Bombonera.
Y Boca arribará al encuentro navegando en un mar de dudas y sumido en la chatura de su juego, pese a haber descomprimido y aplacado las graves internas en el vestuario en las últimas dos semanas. Que por más grandes y problemas que acarreó y sigue generando, se pueden limar asperezas con mantener esa paternidad en la Boca sobre sus exvecinos.
El Boca-River del domingo será al todo o nada. Que irá más allá de los contextos en los que están inmersos, tanto para Carlos Bianchi como Ramón Díaz los espera el cielo o el infierno. y si alguno se queda con los 3 puntos, hasta pueden servirle para meterse en la lucha por el título y redimir sus equivocaciones que hoy pagan sus irregulares equipos. Simplemente porque es el superclásico de las urgencias y el futuro inmediato. En el que se juegan su continuidad y hasta su reconocimiento.
