Las horas van pasando. La tensión gobierna. Van pasando una a una las fechas y todas desembocan en mañana a las 9.30 acá y en Río. Pasó aquel 10 de abril inolvidable en Rotterdam cuando había que bajar ese dos horas 39 minutos y se hizo. Después, ese 20 de abril en Astica donde su gente, su pueblo, la hizo sentir única. Luego llegó el 29 de julio, el último miércoles en San Juan para volar a Madrid, Casablanca y finalmente instalarse en Ifrane, Marruecos. Un mes completito a full. Con triple entrenamiento, con todo lo necesario para estar como debe ser y apuntando todo a estar en la carrera más importante de su vida: el maratón de Río. Esos 42,195 m que marcarán que todo valió la pena. Hoy, a menos de 24 horas de ese sueño que nació en las sierras de Astica, Viviana Micaela Chávez sabe que llegó su momento. Se emociona, lo vive como un sueño pero sabe que no fue de turismo, que la meta es ser la mejor de las tres argentinas que estarán en competencia y que abrirá las puertas a Londres 2017.
Llegó a San Pablo el pasado lunes. Se movió, trabajó y el lunes 8 entró en la Villa Olímpica. Torre 24, piso 13, departamento ‘A’ con una camita y la soledad de no tener compañeros en el departamento hasta ayer que llegaron Rosa Godoy, Jenifer Daglhen y Rocío Comba. Desde ese lunes, rutina y más rutina. Nada de pasearse por la villa, cazar autógrafos aunque solamente fue Rafa Nadal la víctima del cholulismo pero después, concentración pura. Entrenamiento matutino, 50 minutos de mantenimiento desde el lunes, masajes y luego a la habitación. Hoy habrá un recreo para ir a ver a Belén Casseta en los 3.000 metros con obstáculos como parte de algo de relax ante del gran reto del domingo cuando el dorsal 308 la marque como la sanjuanina más mirada por todos.
¿Cábalas? Ninguna, sólo la devoción al viejo reloj con GPS que está ya más que remendado con cinta adhesiva y que se niega a cambiar pese a que se compró uno flamante. Además, el regalo del teléfono Samsung S7 (su valor ronda los 16 mil pesos) con el que la organización la sorprendió cuando ingresó a la Villa. Está feliz. Plena, concentrada. Disfruta cada segundo pero sabe que es la carrera de su vida. Se preparó desde siempre y Astica lo palpita. El Valle también y todo San Juan mañana se despierta a las 9,30 para verla en acción dentro de lo mejor del mundo.

