Simona Halep, 27 años y nº 7 mundial, ha hecho historia en Wimbledon. Es la primera tenista rumana que reina en el All England Club, un lujo que ni siquiera alcanzó el finalista Ilie Nastase en sus mejores tiempos.

La también campeona de Roland Garros 2018 pulverizó a Serena Williams, 37 años y 10ª WTA, por 6-2 y 6-2 en una final de sólo 56 minutos. “Era el sueño de mi madre para mí. Me dijo que si quería hacer algo en el tenis, tenía que jugar la final de Wimbledon, y hoy llegó el día”, significó emocionada Halep dirigiéndose a su grupo técnico y familiar. “Nunca había jugado tan bien un partido”, aseguró.

Halep disfrutó en su primera final en la ‘Catedral’. Serena entró con la presión que arrastra desde que ganara el Open de Australia 2017. Paró para ser madre, y desde entonces no hay manera de que levante un trofeo. Sigue anclada en las 23 coronas de Grand Slam, a una del récord absoluto de la australiana Margaret Court.

Tiene razón Serena de que su carrera no precisa de ese adorno, pero a ella le está afectando, como también sentirse tan lejos de la ebriedad de la victoria. Tras la maternidad, tres finales de Grand Slam, todas perdidas, las de Wimbledon 2018 y 2019 y la del US Open 2019.

 

La mejor de Wimbledon en siete ocasiones, en once finales, salió a la cancha con los nervios de una júnior. El palmarés decía que había ganado a Halep en 9 de 10 ocasiones. Todo parecía a su favor, pero emergió la Halep más valiente y concienzuda a la vez. Equilibrio absoluto.

Sin la responsabilidad de ser favorita, Halep defendió como sabe, devolviendo una y otra bola por muy imposible que pareciese. Exigió un extra a Serena, a la que ya dominaba 4-0 en 12 minutos.

Sólo 3 errores no forzados cometió Halep, por 25 de Serena. En golpes ganadores, 17 a 13 a favor de la estadounidense, pero sólo fueron disparos de fogueo.

Mandó de principio a final Simona Halep, que conquista su primer Wimbledon, segundo Grand Slam y 19º título WTA, estrenando su palmarés de esta temporada. Levantó el preciado Venus Rosewater Dish y se embolsó un talón de 2.350.000 libras esterlinas, más de 2,5 ‘kilos’ de euros.