Es una de esas personas que dejan una huella imborrable. Que se forjaron a base de golpes, arriba y abajo del ring. De los que se dan con los nudillos y de los que se otorgan en un escritorio para contrarrestar un submundo machista por excelencia. Marcela Eliana Acuña es una pionera. Mucho más que la primera de 500 boxeadoras argentinas amateurs que luchaban sin éxito por tener la licencia profesional a mediados de la década pasada. Es una "Tigresa" también afuera de las 16 cuerdas del ring. Campeona mundial, madre de familia y coqueta por naturaleza. Y esta noche, en su Formosa natal, tiene previsto realizar lo que a priori se marca como el último eslabón de su carrera: ante la brasileña Rosilette Dos Santos por el título supergallo del CMB (televisado por TyC Sports). Aunque más allá de que dijo "me despido para siempre de mi gente\’\’, queda la duda porque habría otro combate previsto antes de fin de año en el Luna Park, algo desmentido por la pugilista. El tiempo dirá…
Acuña nació en una zona marginal de Formosa el 16 de octubre de 1976. Su vida estuvo desde chica emparentada con las carencias, no tanto afectivas pero sí económicas. Desde entonces comprendió que debía hacerse su lugar en el mundo a la fuerza: desde los cinco años comenzó a practicar full contact y a los 14 ya era campeona sudamericana. Desde ese momento conoció en el gimnasio a su actual entrenador y esposo, Ramón Chaparro. La relación con él la llevó a su primer embarazo y así dejar de lado la violencia, al menos por un tiempo. En 1997 largó su camino con los guantes de boxeo. En nuestro país fue discriminada cientos de veces y por eso no le quedó otra que combatir en el exterior. Lo hizo por primera vez en Estados Unidos y perdió. Tuvo una segunda pelea, ante Lucia Rijker, y nada menos que por el cetro de la WIBO. Volvió a perder pero el mensaje llegó a nuestro país y la FAB (Federación Argentina de Boxeo) decidió darle la licencia número uno a una boxeadora después de golpear tantas puertas y con el aval de su actual manager, el influyente promotor Osvaldo Rivero. El 28 de abril de 2001 se armó el combate ante la norteamericana Lawrence Jamillia, el primero en nuestro país. La victoria por puntos en cuatro asaltos fue lo de menos. El camino ya estaba allanado rumbo a los títulos que vendrían: con 27 años, el Argentino en el 2002 ante Patricia Quirico, y tras intentos frustrados, el del título mundial por primera vez, en la categoría supergallo de la WIBA superando a la panameña Damaris Ortega en el legendario Luna Park.
Su fama comenzó a crecer tanto arriba como abajo del ring. Logró otros títulos ecuménicos, uno de ellos en la pelea ante su clásica rival contemporánea, la "Locomotrora" Oliveras, también en el Luna. Después se dio cuenta que el adiós está más cercano que nunca y por eso desde esta noche empezará a dar sus últimos zarpazos.
