Nunca habrá uno igual… Nació, creció y murió siendo "El Diego", para darle paso a su leyenda. Se despidió fiel a sí mismo. Distinto en todo y distinto a todos. Polémico, frontal, adentro y afuera de la cancha, un tal Diego Armando Maradona decidió irse de este mundo a los 60 años, en el mediodía del miércoles en un country de Tigre, en la provincia de Buenos Aires, para dejar claro que aun muerto, conmocionó al planeta como nadie. Ese era Diego. Ese será Diego. Vivo y en esplendor, estremecía todo con cada gambeta o con cada frase. En el atardecer de sus seis décadas y en su doloroso paso a la eternidad, se dio el lujo de parar hasta el coronavirus, porque su muerte es y será la noticia del año. Eso fue Diego.

Dueño de una vida casi guionada por el destino para hacerlo el mejor de todos los tiempos. Una cuna más que humilde, una familia numerosa, laburante, el Pelusa del clan Maradona, Diego, fue viviendo como podía. Pero ya a los 10 años, empezó su romance con la pelota, un romance que nunca moriría. Junto con su amiguito "Goyo" Carrizo y descubierto por Francis Cornejo, llegó el primer desafío: ir a probarse en Argentinos Juniors. Lo vieron, gustó y eso que "Goyo" jugaba mucho más. Nació Los Cebollitas casi de casualidad porque la categoría ’60 no podía jugar los Juegos Evita con el nombre del club y los bautizaron así. Seguro, sin saber que esa cuna futbolística cuajaría al más grande de todos los tiempos: ese equipo estuvo 136 partidos invicto y se ganó el derecho a realizar giras por Sudamérica por el sorprendente juego que desplegaba en la cancha.

Todo fue vertiginoso desde ahí para Diego. De estar hundido en Villa Fiorito pasó a las carteleras más grandes. Ese salto, ese cambio de vida, lo afectó. Él mismo lo reconocería después en su biografía. Ese fue su Talón de Aquiles: no haber tenido esa contención para vivirlo distinto. Esa fue su otra cara, una que nunca pudo dominar y que en la recta final de sus 60 años, lo terminó sumiendo en esa soledad cruel e implacable que le hizo bajar los brazos cuando aún quedaba mucho por jugar.

Pero su vida fue fútbol y con 16 años, Diego ya era bandera en Argentinos Juniors: con la camiseta del "Bicho" fue máximo goleador de los torneos Metropolitano 1978, Metropolitano y Nacional 1979, Metropolitano y Nacional 1980. Había debutado contra Talleres y ya pedía pista. Llegó la previa del Mundial 78 y Maradona, en el servicio militar, terminó sufriendo su primer gran dolor con la camiseta que tanto amaría: la de la Selección. Menotti lo dejó afuera del Mundial en Argentina. Dolido, Diego mostró toda su personalidad. Eso lo hacía distinto: cuanto más difícil, más reaccionario. Más rebelde. Más ganador. Toreaba al que sea, encaraba a presidentes, papas, estadistas, defensores, arqueros y volantes. A todos, por igual. Llegó su primer gran idilio en 1979, con Menotti de entrenador y con la albiceleste, en el lejano Japón cuando ganó el primer Mundial Juvenil para la AFA con aquel equipo que hacía madrugar a los argentinos. Era la magia del Diego, sólo él podía lograr algo así. En paralelo, su amor por la selección iba de la mano con su devoción por Boca y en febrero de 1981 llegó al club de sus amores para ser campeón Metropolitano y dar el salto al Viejo Continente. Nada más ni nada menos que el colosal Barcelona español se lo llevó para juntarlo con Menotti allá. Fue ir al Olimpo del fútbol y descender al mismo infierno porque ahí, el 10 empezó a tutearse con su más acérrima enemiga: la cocaína. Fiestas, descontrol, drogas. El infierno ya le abrió las puertas y Diego coqueteó millones de veces con entrar y salir. Estaba el jugador, el excelso futbolista que hacía todo posible pero sufría el hombre, ese pibe de Villa Fiorito que no sabía o no podía controlar tanta popularidad. Era casi rey, su voluntad era orden.

Pero seguía jugando. Llegó su primer mundial en Mayores y España ’82 mostró a un Diego distinto. Molesto, terminó hasta expulsado ante Brasil. No había sido su mejor paso. De España ya acosado por las debilidades de la noche, a Maradona se le abrió el paraíso en Italia, pero lejos del ostentoso Norte italiano, su elección fue Nápoles, en el Sur, donde la desigualdad se podía sentir y donde el 10 decidió levantar sus banderas de igualdad social. Hizo ganador de todo al Nápoli, humillando a los poderosos del Norte como Milán, Juventus y eso no se lo perdonaron. Se rodeó de gente que no era la mejor y eso, lo condenó. Pero antes, Diego mostraría al planeta que no habría nadie como él. Fue en México, en el ’86 y con su padre futbolístico al frente: Carlos Bilardo. Lo hizo dueño de la selección, de la cinta de capitán y le tatuó la 10. Maradona brilló, encandiló y se dio el gusto de ser campeón del mundo, con el mejor gol de todos los mundiales y haciéndoselo a Inglaterra; más argentino, imposible. Antes creó otra obra de su autoría: "la mano de Dios", con aquel tanto con la mano que nadie vio, por entonces sin VAR presente…

Su vida deportiva tuvo un después de México a los tumbos. Apareció el primer doping, se fue de Napoli y se peleó con todos. Eligió volver en Newell’s y cuando Argentina lo necesitó para llegar al Mundial 94 tras el cachetazo de Colombia, ni lo pensó. Se puso a punto, volvió, jugó y clasificamos de su mano. En Estado Unidos, empezó a perder su pelea contra la FIFA. La efedrina le cortó las piernas y Diego entendió que luchar contra los Molinos de Viento era sólo para Don Quijote, pero no se entregaría. Volvió otra vez, volvió y Boca lo cobijó previo paso por el Sevilla. Su sangre era fútbol y su adiós como jugador fue en un superclásico de 1997 en el Monumental. Era fútbol en estado puro.

Siempre quiso Argentina, siempre fue bandera en cualquier parte del mundo. Y claro, quería su chance como técnico pese a que su carrera como entrenador no lo sustentara con los pergaminos necesarios. Pero claro, Diego era Diego y no habrá otro igual. De sus pasos como DT en Mandiyú o por Racing, nada quedó para el recuerdo pero en las Eliminatorias para el Mundial 2010 protagonizó una película heroica con aquel cabezazo milagroso y bajo la lluvia de un tal Martín Palermo, que le dio crédito para llegar a Sudáfrica. Era una selección a lo Maradona: de la angustia a la euforia. Le tocó Alemania en cuartos de final y la paliza con aquel 0-4 fue grande. Diego quería revancha pero no se la dieron y ahí, el Hijo Pródigo empezó su derrotero por el exterior sabiendo que en su propia patria futbolera, justo a él, que era el fútbol, no le daban espacio. Emiratos Árabes, Bielorrusia y México fueron sus escalas hasta recalar en Gimnasia y Esgrima de La Plata. Ya no jugaba, pero dentro de la cancha hacía la diferencia. Quiso el destino que el fútbol de Argentina pudiera entregarle algo de todo lo que le había dado en cada cancha donde jugó el Lobo platense. Esa deuda, aunque parcial, quedó saldada.

Fue fútbol. Sólo fútbol, del más genuino. Del que se siente con el hambre en la panza y el que se jugaba para muchas veces pucherear. Amado y odiado a la vez, pero nunca ignorado. Diego Armando Maradona nació, vivió y murió fiel a su estilo. No le quedó nada por hacer. Subió al cielo, bajó a los infiernos, se equivocó mucho y pidió perdón demasiadas veces. La 10 perdió su dueño, ahora la leyenda de su enorme dimensión que crecerá con los años, decidirá si hay herederos… pero como Diego nunca habrá uno igual. Gracias por haber nacido argentino.

Diego se tira en el área pidiendo penal en la final con Alemania.

 

 

 

> 10 FRASES DEL 10

 

 

  1. "Mis sueños son dos, el primero es jugar un Mundial y el segundo es salir campeón…" (1970, de su primera aparición en TV cuando jugaba en las inferiores de Argentinos Juniors).
  2. "Crecí en un barrio privado de Buenos Aires… Privado de agua, de luz y de teléfono" (2004, sobre su infancia en Villa Fiorito).
  3. "Al Diego, a mí, me sacaron de Villa Fiorito y me revolearon de una patada en el culo a París, a la torre Eiffel" (2000, del libro Yo soy El Diego).
  4. "Lloré desde José C. Paz hasta Argerich 2.750. Estuve muy mal. Mi hermana (Lili) le dijo de todo al Flaco (Menotti), pobre", (1992, cuando quedó afuera del Mundial de 1978).
  5.  "Boca, sos el beso de mi mamá", (2019, en un saludo por los 119 años del club).
  6. "Tenía 24 años cuando consumí droga por primera vez, fue en Barcelona. Fue el error más grande de mi vida", (2017, revela el inicio de su adicción).
  7. "No quiero dramatizar pero me cortaron las piernas" (1994, tras el doping positivo en Estados Unidos).
  8. "Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha", (2001, discurso en su partido homenaje en la Bombonera).
  9.  "Messi no necesita ganar el Mundial para ser el mejor del mundo", (2014, en la previa de Brasil).
  10.  "¿Sabes qué jugador hubiese sido si no hubiese tomado droga? Un jugador de la puta madre" (2014, reflexión en una entrevista con Fabricio Oberto).