Hoy se cumple exactamente un año en que Antonio Matesevach dejó este mundo físicamente y se convirtió en leyenda.
El Payo, apodo que reemplazó su nombre propio fue uno de los pocos ciclistas que superaron el límite entre el respeto deportivo y la adoración del público.
Un infarto sufrido en Buenos Aires, fue un golpe letal al corazón de un hombre que superó el trance de una grave lesión sufrida en un entrenamiento, cuando se aprestaba a participar del Panamericano de Winnipeg, Canadá, en 1967.
Luego de cinco años retirado, lapso en el que le hicieron 13 operaciones, retornó y pudo completar diez temporadas en el primer nivel nacional e internacional. Fue el último ídolo de la época dorada del ciclismo sanjuanino. Un ciclista espectacular que no se resignó nunca ante los inconvenientes.
A un año de su deceso, su hija Natalia, invita a todos los amigos y conocidos del querido Payo, a la misa por su alma que se realizará hoy a las 20 en la parroquia María Madre de Dios, del Barrio Aramburu.

