Era el momento. Era, ahora o nunca y River Plate fue por la gloria. Con dos cabezazos nacidos en el laboratorio semanal de Marcelo Gallardo, el Millonario logró vencer a Nacional de Medellín, de Colombia, por 2-0 para terminar abrazándose con la gloria de un trofeo internacional que hacía más de 17 años que no conseguía. Le costó demasiado a River porque en el primer tiempo Nacional se lo planteó golpe por golpe. En ese contexto, el Millonario se complicó en la tenencia de la pelota que es su fuerte pero aún así contó con mejores llegadas. Teo Gutiérrez tuvo las dos más claras en esa primera parte, pero la respuesta de Nacional fue llena de peligro, en especial una que Marcelo Barovero le sacó con el pie a Cardona cerca del final del primer tiempo. Pero en el complemento, River empezó a ser campeón desde arriba. En el primer córner de este segundo tiempo, a los 9’, Pisculichi la acarició con su zurda para que Gabriel Mercado apareciera solo en el segundo palo y venciera a Armani, abriendo el marcador en una noche que parecía complicarse. Y claro, el campeón metió el segundo golpe, el del nocaut, cuando a los 14’ Germán Pezzella se elevó solito en el segundo palo y estableció el 2-0 prácticamente lapidario para las aspiraciones de un Nacional que no asimiló el primer gol y que se derrumbó con ese segundo tanto argentino.
Quedaba demasiado partido por delante y River entendió que tenía el control del juego y el control anímico de la Final para sentirse más campeón que nunca. Nacional intentó con cambios, probó con variantes tácticas pero las respuestas no aparecieron jamás como para cambiar el destino de una final que se les esfumó en dos pelotas detenidas.
River Plate lo supo resolver en el momento exacto y de la manera que solamente se podía dar: con pelota detenida. Esa virtud siempre suma, siempre decide cosas y el campeón lo supo explotar como debía. Le costó en el primer tiempo, pero con esa ráfaga goleadora en menos de cinco minutos, River resolvió una final que ansiaba para terminar con 17 años de sequía internacional. Fue completar el regreso a los primeros planos tras la amargura del descenso. Una materia pendiente que River arrastraba y la saldó con el peso de sus individualidades.

