Preciso. Boca empezó a destrabar la final ante Tigre con el cabezazo de Marcos Rojo que puso el 1-0. Lo celebra junto a Pol Fernández, Eduardo Salvio y Darío Benedetto, entre otros jugadores del nuevo monarca del país.

 

"Si uno ve la televisión pensaría que Boca está peleando el descenso". Juan Román Riquelme, el máximo ídolo de Boca, irónico como solo él es capaz, lanzó esta frase en la semana previa a la gran final de ayer en Córdoba ante Tigre. Y es que el rendimiento de su equipo no da para grandes lujos, pero hay una verdad irrefutable: es (casi) imposible ganarle. Ya sea en la tanda de penales o durante los 90", siempre sale airoso. En un Mario Kempes colmado con más de 60.000 espectadores, ayer mostró la chapa y la mística de aquellos viejos buenos tiempos: vapuleó 3-0 a Tigre en la final de la Copa de la Liga Profesional para sumar la cuarta corona desde que Riquelme es su vicepresidente. Alcanzó el título 72 de su era profesional, y como plus nada despreciable, le sacó tres de ventaja al que para muchos es el mejor del país, los "primos" de River.

Boca celebró porque en los momentos cruciales tuvo la capacidad de afianzarse. Le ocurrió en la definición ante Racing en penales. Tras el empate en la Bombonera ante Godoy Cruz por la 11º fecha y cuando Battaglia pendía de un hilo en el cargo, hilvanó una recta decisiva tremenda: en los últimos seis partidos, conquistó cinco victorias y un empate, recibiendo apenas un tanto.

El goleador de Boca en este título fue Darío Benedetto con siete anotaciones.

Fríos números que son todo un mérito para este equipo que claramente sigue "en crecimiento". Porque la mano de Battaglia se ve en la mejoría del juego y en la personalidad que viene ratificando en juegos no hay margen de error. Contra Defensa (Cuartos de final) maniató a uno de los equipos más dinámicos del fútbol argentino. Y frente a la Academia, acaso el de juego más vistoso del certamen (terminó invicto la competencia) supo capear el temporal.

En Córdoba, excepto los primeros quince minutos del complemento, impuso las condiciones. Aprovechó el golpe inicial de Marcos Rojos y lo sentenció con ese zurdazo exquisito de Frank Fabra para el 2-0. Un producto de la cantera como Luis Vázquez decoró la estadística cuando todo ya era fiesta azul y oro. El aura de Riquelme, sin dudas, hace otra parte para este presente. Acompañando más al plantel cuando juega fuera de Brandsen 905, reparte confianza adentro y lejos de la cancha. Es la cuarta corona desde que llegó a la dirigencia y el Topo ayer tuvo su premio con la medalla que le entregó en el campo de juego el presidente sanjuanino de la AFA, Claudio Tapia, confeso hincha xeneize.

De los últimos nueve torneos domésticos, Boca celebró en más de la mitad: cinco. No es casualidad, aunque su juego no llene los ojos. Pese a no contar con la dinámica de River, los lujos de Racing o la practicidad de Estudiantes. A los tres, en algún momento de esta Copa, los venció. Es más: a la Banda y al Pincha, de visitantes.

Boca es campeón. Hay fiesta en muchas partes del país. Buena parte de los 47 millones de argentinos tiene un motivo grande de felicidad. Pero como marca el decálogo del club: el jueves ya hay otra final. Acaso, tan o más importante que la superada en Córdoba.

INFALIBLE

7  Como entrenador de Boca, Sebastián Battaglia, suma esta cantidad de "mano a mano" entre Copa Argentina y Copa de la Liga: siempre triunfó.