Mañana llega el partido que siempre es el primero en ver cuando se juega en cada sorteo del fixture de Primera División del fútbol argentino. El tan siempre esperado River-Boca ocurrirá esta vez en un contexto donde los dos equipos más populares y más ganadores del país están atravesando un presente muy lejano a esos pergaminos. Por eso, surge la desconfianza en que ambos equipos priorizarán más en no perder, que en arriesgar por ganar. Ergo, la amenaza de convertirse en uno de esos 0-0 horripilantes crece como negros nubarrones en el horizonte.
Ese temor nace al repasar algunas claves de la previa de este superclásico. River decidió despedir a Cappa justo antes del partido. Su reemplazante, JJ López, sabe que no perder alcanza para que su interinato gane crédito y siga hasta fin de año. Por otro lado, los encargados de generar fútbol están en deuda. El mejor ejemplo para esta afirmación es la situación de Ariel Ortega, que en este momento no se sabe si será o no titular.
Por el lado de Boca, el panorama no es diferente. Borghi es el primero en decir que no sabe hasta cuando seguirá como DT. Y las dudas en el equipo se trasladaron a que por primera vez el entrenador decidió en una práctica probar con 4 defensores, dejando de lado una idea que antes dijo no negociar, que es la línea de 3 en el fondo. Aunque es un problema aparte el tema que haya decidido sacar a Luchetti del arco (ni siquiera concentró), sí tiene influencia directa el hecho que Riquelme volvió a padecer problemas físicos, una semana después de su regreso tras 6 meses. Es decir, la esperanza de la generación de juego en Boca llegará más condicionada de lo que ya se preveía. Que todos estos puntos queden sepultados en los 90 minutos es una expresión de deseo. Pero igual, en cuanto al espectáculo, ninguno despierta muchas expectativas.
