Cuando casi nadie lo preveía y luego de una campaña brillante desde los resultados, Reinaldo Carlos Merlo renunció como director técnico de Rosario Central y se erigió en el primer entrenador que se va de un equipo sin que lo echen, en el actual Torneo Clausura.

"Ezequiel dijo que fueron un desastre y que a él le gusta el juego de Cappa o como juegan San Martín de Tucumán y Godoy Cruz de Mendoza. Ojo que se puede ir Merlo", anticipó en voz baja el jueves último una fuente canalla sobre las extemporáneas declaraciones del habilidoso volante Ezequiel González a Radio del Plata, que ratificaron el efecto mariposa: un leve aleteo en Japón puede originar un tsunami en San Francisco.

El propio Merlo descartó de plano la posibilidad de renunciar en declaraciones al programa de Mariano Closs en la radio La Red, donde reconoció que no le habían gustado las palabras de Ezequiel, aunque advirtió que las había desmentido y que habían aclarado la situación.

Sin embargo algo se había roto no sólo en la relación entre Merlo y Ezequiel González, sino sobre todo en la confianza del técnico en su plantel, al extremo de revivir el choque que tuvo en River con el "Muñeco" Gallardo y que finalmente le costó el puesto a manos de Daniel Passarella, en una típica camita futbolera, tan artera como común tanto dentro como fuera de la cancha.

Pero el exabrupto de Ezequiel no fue más que la gota que rebasó el vaso de una cadena de situaciones que llevaron a Merlo a pegar el portazo en el momento menos pensado.

"Merlo no hablaba con los más chicos, sólo lo hacía con los más grandes, como le pasó en River", contó el cronista Hernán Castillo, en La Red.

Y a esto se sumó que "Mostaza extrañaba horrores a sus amigos de Buenos Aires, con los que acostumbra compartir una cena semanal en una mesa muy futbolera", confió el Gordo La Petra, en La Red Rosario.